Capítulo 2: Drenar

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El plan era el siguiente, hoy saldría a la calle para que el ejército me encontrara y me llevara directa a las granjas de donación. ¿Por qué solo podía ir yo? Bueno, era la más joven, después de Josh, pero ni locos lo dejamos entrar a ese horrible sitio con tan solo 16 años.

Supuestamente, lo único que te hacen cuando llegas es llevarte a una celda, ahí te dejan para que te pudras, por último, terminan drenándote por completo, acabando con tu vida. ¿No es muy inteligente por su parte, no? Es decir, no es muy sabio acabar con la poca vida humana que quedaba en la Tierra. Y sinceramente, no creo que les guste mucho la sangre animal.

Lo único que tenía que hacer era quedarme en la celda y esperar al día siguiente, cuando sea de día y los soldados estén más indefensos, intentaré escaparme con la tarjeta e intentaré llevar a todas las personas posible de ese monstruoso sitio. ¿Fácil, no? Eso espero.

-¿Preparada?-me preguntó Carlos mientras me apretaba la mochila, para correr mejor. Me tenía que dejar coger por el ejército, pero no podía simplemente quedarme quieta, eso les haría sospechar.

-Si, saldrá bien. No te preocupes.-le contesté intentando darle esperanza.

-Ten cuidado. Toma, la necesitarás.-dijo Elicia alzando una botella de agua.

-No, la necesitareis más que yo.-me rehusé a llevármela.-Tan solo correré unos metros, no me pasara nada.-les intente convencer al ver sus caras de preocupación.

-Vuelve sana y salva, vale?-me dijo Sara mientras me abrazaba.

-Lo intentare.

-Recuerda, si no ves la posibilidad, vete. No hace falta que traigas a alguien contigo.-Carlos me apuntó con el dedo.-Lo importante es que llegues aquí. ¿De acuerdo?

-Que si.-le conteste cansada de su preocupación.

-Bien, acaba de amanecer, es mejor que salgas ahora para no toparse con ningún mordido.-así llamábamos a los vampiros normales, a los que si o si te mataban.-Debería de ir yo y no tu.-dijo Carlos mirándome con pena.

-Voy yo y punto. Tienes treinta y seis años, te mandarían a experimentos directamente.-le señale con el dedo.-Nos vemos pronto.-dije saliendo por la puerta.

-Que así sea.-sentenció Carlos.

La enorme puerta de la fábrica se cerró por completo nada más salir. Debía de ir a algún supermercado y hacer un poco de ruido para llamar la atención, así que comencé a correr para llegar antes y que el sol no desapareciera. El supermercado más próximo estaba como a unos quince minutos de la fábrica, si corrías unos diez.

No fue necesario entrar en el supermercado, nada más girar la esquina paré de golpe al toparme con unos tres soldados del ejército, quienes sonrieron al verme. Agrandé los ojos para que pareciese que me tomaban por sorpresa y comencé a correr hacia el lado contrario, esquivando coches, árboles caídos, incluso cuerpos en descomposición, ni siquiera eran capaces de recogerlos.

-¡Detente ante la guardia!-no paraban de gritar y gritar aquella frase. De un momento a otro, dí por suficiente mi carrera y comencé a bajar el ritmo. Algo se enredó en mis pies e hizo que cayera de golpe al suelo, segundos después un vampiro ya me estaba poniendo la famosa esposa de espinas en mis manos, por detrás de la espalda.

-¡Andando!-gritó el que me levantó del suelo. Me llevaron de vuelta al supermercado y me metieron en el coche negro con el que habían venido. Estaba reluciente, parecía de lujo incluso. Claramente era un coche tintado para que no les moleste mucho el sol. Nada más entrar en él, se quitaron los cascos que llevaban, eran bastante jóvenes, no pasaban de los treinta, pero eran vampiros, así que nunca se sabe su edad real. Dos de ellos se encontraban a mis costados, impidiendo que haga alguna estupidez y salga volando por la puerta.

HematófagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora