Capítulo 24: Carta mortal

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Estábamos todos sentados en la mesa para comer. El día había sido bastante duro y que me echara a la cama solo pudo empeorarlo, dejándome con aún más ganas de regresar y esconderme entre las sábanas. "¿Como podían ser tan cómodas?"

La madre de Hilaria, Isabelle, volvió a entrar a mi habitación para despertarme. Se le veía bastante contenta y es que siempre parecía alegre. "¿Cómo podía estar siempre así?" Al contrario que los padres de Victoria, que siempre intentaban forzar una sonrisa.

Folke no había vuelto, cosa que agradecía en el alma. No quería tener nada que ver con él y menos después de esa horrible pesadilla. Hilaria y Victoria intentaron ayudarme, en cuanto me vieron, a que esos recuerdos volaran de mi cabeza, pero simplemente no pudieron. El tan solo pensamiento de esa persona lograba ponerme la piel de gallina.

-¿No tienes hambre?-me preguntó Isabelle, quien estaba en frente de mi en la mesa.

-No mucha.-le contesté cabizbaja mirando el plato.

No es que tuviera mala pinta, pero la persona que lo había cocinado, parecía no haberlo hecho nunca.

-¿Está malo?-preguntó Elizabeth.

-Si quieres podemos pedirle al cocinero que prepare otra cosa.-propuso Pierre con una sonrisa baja.-No entiendo de comida humana, pero podemos decirle algo.

-No no.-negué repetidas veces.-No hace falta.-me atreví a llevarme el primer bocado a la boca, ante todas las miradas. La carne de dudosa preferencia llegó a mis papilas gustativas de una forma no muy grata.

-No tienes porqué fingir.-susurró Victoria en mi oreja. Logrando que me diera un pequeño cortocircuito.-Podemos traerte algo más.-me miró suplicante mientras colocaba una de sus manos en mi pierna, apretándola en el proceso.

-No importa.-contesté nerviosa.-Pero gracias.

-Si que...-Hilaria se vio interrumpida por unos gritos desde el pasillo.

"¡¿Es que no lo entiendes?!" Rápidamente conocí esa voz.

"Tengo que entrar, Maia es mi amiga".

La puerta se abrió dejando ver a un guardia de los de Victoria. Su indiferencia en el rostro me dejó helada.

-¿Qué está pasando en mi castillo?-preguntó alterada Victoria.

-Un joven pregunta por la señorita.-me señaló sin mirarme.

-¿Qué joven?

-Se hace llamar...

-Quita.-Thomas pasa casi rozando el hombro del soldado, logrando que le echara una mirada de muerte.-Maia.

-¿Qué pasa?-pregunté confusa.

-¿Podemos hablar?-asentí.-A solas.

-Jovencito.-lo llamó Gaspard.-No son modales.

-Lo siento señor, pero es de vida o muerte.-se disculpó bajando la cabeza.

-Tranquilo, Padre. Es amigo de Maia.-le aseguró Hilaria.

-¿Maia?-Thomas me miró suplicante.

-Voy.-me levanté de la mesa.-Perdón.-me disculpe caminando hacia Thomas.

Caminamos hasta la siguiente habitación, la cual parecía una especie de sala de estar llena de libros.

-¿Se puede saber porque has entrado así?-pregunté una vez cerré la puerta tras de mí.

-Tenemos un problema.-sentenció alarmado.-¿Te acuerdas de que no nos encontramos a nadie en la base cuando tuviste que volver al castillo de Hilaria?

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