Capítulo 4: Bisturí

5K 463 51
                                    

Frío, eso era lo que sentía desde hacía ya dos minutos. Me acababa de despertar en una cama bastante cómoda, se veía antigua pero bastante lujosa. Las sábanas eran rojas como la sangre y a mi parecer, eran de seda. No había dormido en una cama como esta hacía ya mucho tiempo.

La habitación estaba llena de muebles de lujo, que se veían antiguos, al igual que la cama. Justo enfrente de la cama, se encontraba un enorme sofá de cuero negro, con algunos cojines rojos. Al parecer la temática de la habitación era bastante típica, por así decirlo, de las películas que se hacían antes sobre los vampiros, negro y rojo, nada más.

Me atreví a levantarme de la cama, que aunque parecía muy cómoda, no regalaba nada de calor. Nada más levantarme un inmenso mareo golpeo mi cabeza, obligándome a sentarme de nuevo y a llevarme la mano derecha a mi frente. Algo líquido empezó a recorrer las yemas de mis dedos nada más hacerlo, rápidamente baje mi mano para poder verla. No podía ser otra cosa más que sangre.

Mire por todo el lugar para ver si encontraba algún tipo de papel que pudiera poner en mi herida. No había nada de eso, pero sí que había un espejo, por lo que con cuidado me levanté y me dirigí al enorme espejo que se encontraba al lado de la puerta. ¿Cómo no me había fijado antes?

-Madre mía.-susurré una vez que llegue al espejo. Tenía un pequeño corte en mi frente, pero eso no era nada comparado con el corte que tenía en el cuello. Ese imbécil de Miguel se había ensimismado con él al parecer.

Un fuerte golpe en la puerta hizo que me apartara de ella y cogiera lo primero que encontrara en mi camino.

-Bien Maia, una lampara.-dije con ironía mientras me ponía en posición de ataque.-¿A quién demonios quiero engañar? ¿Cómo voy a matar a un maldito vampiro con una lámpara?-deje de pensar justo cuando la puerta comenzó a abrirse. Estaba por lanzarme con la lámpara en mano hacia quien quiera que estuviese entrando, cuando una mujer de unos treinta años apareció en mi vista.

-Wow wow wow, espera, no te voy a hacer nada.-dijo aquella mujer misteriosa alzando los brazos en señal de rendición.-No muerdo.-puso cara de arrepentimiento en el mismo segundo que lo dijo.-Bueno, ya me has entendido.-intentó corregirse.-Soy Lucy, encantada.-intentó acercarse para darme la mano, a lo que yo reaccione alzando más la lampara.-Vale, vale.-se volvió a alejar.-Soy tu médico. Tus heridas no se ven bien y necesito curarte.-dijo poniendo cara de pena. ¿A quién voy a engañar? No voy a poder matarla con una lámpara, así que la baje con cuidado y me senté en la cama, sin quitar mi vista sobre ella ningún segundo.-Gracias.-volvió a decir con una sonrisa. Se sentó a mi lado y comenzó a sacar cosas de su maletín, que anteriormente no había percibido.-Te va a doler un poco, pero se pasa rápido, tranquila.-antes de que pudiera decir nada, ya había puesto la gasa con alcohol sobre la herida de mi frente.

-Ahh.-me quejé por lo bajo para que ella no me escuchara.

-Perdón.-¿Como no me iba a escuchar? Si era un vampiro.-Te voy a poner un vendaje. ¿De acuerdo?-tan solo asentí.-Bien, vamos con la del cuello.-dijo una vez que había terminado de ponerme el vendaje.-Es más superficial que la de la frente.-empezó a curarla al igual que la otra.-Veo que no te gusta hablar, ehh.-no le conteste, no estaba de ánimos.-Bueno, pues ya está. No te quites los vendajes, vale?-preguntó mientras se levantaba.

-¿Por qué estoy aquí?-susurre a modo de pregunta para intentar distraerla y coger un pequeño bisturí, que había visualizado nada más abrir el maletín.

-No puedo darte esa información.-me contestó con cara de pena.-Lo siento.-terminó de cerrar el maletín, me miró con una sonrisa y comenzó a alejarse.

-Gracias, de todas formas.-le dije mientras salía por la puerta, me dio una última mirada y salió por ella.-Sola de nuevo, menuda mierda.-susurre levantándome de la cama y encaminándome hacia la enorme ventana.-Al menos tengo esto.-volví a susurrar mirando el pequeño bisturí. No me servía de mucho, pero era mejor que una lámpara.

HematófagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora