Capítulo 46:

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ARLETTE:

Diez disparos.

Diez sonidos que roban la poca esperanza que me quedaba de encontrar a mi hija con vida. Cuando el último suena y el padre del pequeño ruso cae al suelo, llorando mientras es apuntado por mis hombres en el caso de que decida cometer suicidio e intente matarme, como han hecho otros dos ya, abandono la mesa en la que mi familia se limitó a rogarme con la mirada que me detuviera durante la última hora y camino hacia él. Esta vez ni Flavio, Vicenzo o Fósil me acompañan, lo que trae una punzada a mi pecho que no tomaré en cuenta. No cuando una verdadera herida late en la totalidad de mi cuerpo, desangrándome. La herida que me causa saber que haga lo que haga, derrame cuanta sangre derrame, hoy será otra noche en la que mi hija estará expuesta al peligro que representa estar en manos de mi enemigo.

En la que podría estar perdiendo otro de sus dedos.

Su oreja.

Un trozo no físico de ella.

─Felicidades ─murmuro cuando llego al sitio en el que el ruso se encuentra llorando, agachándome y alzando su cabeza para que sus ojos den con los míos. Alza su brazo para lastimarme, pero envuelvo mi mano alrededor de él con fuerza─. Su enemigo no es una reina, ni un rey, es Dios y hoy Dios ha decidido ser misericordioso. Espero que ustedes también lo sean y que recuerden mi acto de compasión cuando lo amerite.

Al momento en el que las palabras salen de mis labios, la pantalla en la que visualizaron los asesinatos de sus hijos se apaga y las puertas por las que antes desapareció Hether con Beatrice y Matteo se abren. Me doy la vuelta cuando todos los padres presentes se ponen de rodillas para abrazar a sus hijos sin importar los códigos de la Bratva que estén violando en el proceso, entre ellos aceptar públicamente que tienen una familia y evidenciar su angustia, con una mezcla de alivio, asombro y agradecimiento tan grande que olvidan a quién está dirigida. Los chicos han sido tratados de la mejor manera desde que fueron raptados hace dos horas por las chicas de la isla, por los que todos están intactos e inclusive vestidos para la ocasión mientras se reúnen con sus familiares. Emi y Kai se unen a nosotros poco después. El programa de clonación digital de este último fue un éxito. Pese a que todo fue una farsa, Kai se ve exhausto y torturado por haber tenido que simular tantas muertes de ese tipo en tan poco tiempo. Lo entiendo a la perfección.

Fue tan real que incluso yo lo cuestioné mientras lo veía.

Cuando vuelvo a mi mesa, ningún integrante de mi familia sabe qué decir.

Eso está bien.

Los utilicé, utilicé sus reacciones para que todo esto se viera más real, y no los involucré porque en el acaso de que las cosas se pusieran feas y hubiera una víctima no quería el peso de su muerte sobre sus cabezas, pero tampoco quiero saber nada de ninguno de ellos ahora mismo, ni de la fiesta o de mis obligaciones como casetto de la mafia siciliana.

No quiero saber nada de nadie.

─Me retiro ─susurro tomando a Valentino de los brazos de Aria, quién no ha dejado de llorar en toda la noche, pero se acurruca contra mi pecho al instante en el que estamos juntos, y esta vez Vicenzo no me castiga impidiendo que lo haga.

Como si alguna vez pudiera lastimarlo.

Como si alguna vez pudiera herir a alguno de ellos a propósito.

Sin esperar una respuesta, me doy la vuelta y me dirijo a una de las habitaciones para invitados del complejo. En el camino, sin embargo, me topo con Maksim. Este se separa de la pared en la que había estado apoyado esperándome y se dirige a mí con andar decido. Mis escoltas forman un anillo alrededor de mí que deshago con un gesto.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora