Capítulo 11:

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ARLETTE:

No es prudente que vean a Vicenzo conmigo, por lo que se esconde con las mujeres en la celda, quienes se agrupan entre sí en una de sus esquinas metálicas, mientras me dirijo la arena cubierta de sangre y pólvora. Decir que estoy molesta es un eufemismo. Rondion no solo hizo trampa, sino que me mintió. Me engañó al hacerme creer que si quiera existía la posibilidad de que trabajásemos juntos. Jugó con el fuego ardiente del infierno.

No, no jugó, se burló.

Antes de subir a mi puesto, me dirijo al ring. Los rusos se hacen a un lado con muecas y expresiones tensas cuando me ven, puesto que hay pedazos de sus camaradas pegados a mi piel también. Ninguno de ellos se acerca debido al arma en mi mano. Kima está en el suelo, a solo un golpe de ser derrotado, cuando me detengo junto a las cuerdas y le enseño la pantalla de mi teléfono, dónde visualiza una foto de sus seres queridos y de Vicenzo sosteniendo una granada junto a ellas. La sonrisa de mi esposo es oscura.

Tu familia está en mi poder ahora ─susurro─. Mátalo.

Este retiene a Zinov el tiempo suficiente para echarle un vistazo a Oleg junto a mí moviendo su cabeza sobre el suelo del cuadrilátero, quién asiente viéndose lívido. No continúo mirándolos a ninguno de los dos, ni al enfrentamiento. Me doy la vuelta y empiezo a subir los escalones en dirección a mi viejo puesto mientras los sonidos de lucha, lucha real y no comprada, llenan mis oídos. Para cuando llego a dónde Rondion se encuentra, este observa cómo su oponente está siendo derrotado con las fosas nasales expandidas. El padre de Zinov también. Es entendible. Está a punto de ver a su hijo morir frente a él después de alardear tanto de sus capacidades de combate a sus amigos.

Me siento junto a Rondion oliendo fuertemente a hierro.

¿Qué hiciste, Vólkova?

Relamo mis labios antes de girar el rostro hacia él y responder.

¿Qué no hice?

Esa es la verdadera pregunta y su respuesta es sencilla.

No confiar.

¿Desde que llegué a Rusia o mientras no estuve?

Rondion aprieta los reposabrazos de su asiento con fuerza.

Ambas.

Bien, cuando llegué a Rusia lo primero que hice fue contactarte, luego visité varios lugares turísticos de la ciudad esa misma noche y puse explosivos en mis favoritos ─miento, pero el único que alguna vez pudo saber cuándo lo hacía murió─. Mi ciega fe en ti me hizo no detonarlos a pesar de que todo el mundo sabe que tengo un fetiche con la destrucción y el renacer. Es hermoso cómo algo toma forma a partir de las cenizas. ─Muerdo el interior de mi mejilla cuando Kima, para el horror de todos los presentes, ya que la mayoría de ellos apostaron en su contra, le rompe el cuello a Zinov y se declara el ganador del encuentro─. Así que esperé y recé para que fueras el inteligente hombre que creí que serías y honraras tu palabra de que me ayudarías si mostraba mi valía. ─Mis labios hacen una mueca─. Es una lástima que no hayas decidido ser mi socio. Amo cuando los míos juegan tan sucio como yo. ─Coloco mi mano en el cabello de Víktor y lo acaricio, pero también enredo mis dedos en él y lo halo. El esclavo está luchando por contener una sonrisa. Si se deja vencer por ello, no será bueno para él─. Así que ahora limítate a dejarme salir de Moscú en paz.

¿O si no qué?

Mis labios se curvan hacia arriba.

Eres importante, Rondion, pero no eres el jefe. Respondes a alguien. Si las bombas estallan y cientos, quizás miles, de personas mueren si yo lo hago, será tu responsabilidad. ─Suelto a Víktor tras hacer sangrar su cuero cabelludo con mis uñas─. Yo, en cambio, no respondo ante nadie. Puedo hacer lo que quiera.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora