Capítulo 29:

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VICENZO:

Nunca pensé que podría alguna vez ponerme en los zapatos de Carlo Cavalli, pero finalmente entiendo parte de lo que pasaba por su mente cuando lo encontré en la habitación de su hija después del desastre de la última fiesta de diamantes de los Cavalli cuando Fósil desaparece y vuelve a aparecer con una jeringa que me tiende. Nadie se atreve acercarse a mi esposa hecha un ovillo sobre sí misma en el suelo, gritando y llorando sin importar que sus hombres la vean. 

Me acerco a ella con cuidado. Todavía no he visto el contenido de la caja por mí mismo, pero Flavio sí y su expresión es todo lo que necesito para confirmar mis sospechas. 

Chiara está muerta.

La Bratva le ha arrebatado a Arlette otra parte de ella.

Su madre le quitó una también, el Outfit, y yo.

¿Cuánto más será capaz de soportar?

Me arrodillo a su lado y deslizo las hebras de cabello castaño fuera de su cuello con cuidado de no molestarla, pero gira su rostro hacia mí y la desolación en él se graba a fuego en mi mente como cada cosa que tenga que ver con el anticristo. No me aparta mientras deslizo la aguja en el interior de su piel, tomándola en brazos cuando sus ojos azules empiezan a cerrarse gracias a los efectos del sedante.

Dime que no es Chiara ─repite una y otra vez, arrugando mi camisa en su mano─. Dime que esto lo hacen para lastimarme. Dímelo, Vicenzo.

No puedo hacerlo.

No importa que nunca la hayas tocado ─susurro contra su frente después de depositarla en nuestra cama─. Eres la única que no se daba cuenta de cuánto la amabas. Chiara lo sabía, Arlette, porque la protegías de ti misma incluso cuando eso te estaba matando por dentro.

Las lágrimas se deslizan por sus mejillas, así que sé que me escuchó. No me aparto de ella hasta que estoy seguro de que está dormida. Cuando bajo de nuevo al piso inferior mi madre y Penélope están sollozando sobre el sofá, abrazándose. Las ignoro y camino directamente hacia la urna. El ánimo en la habitación es el más oscuro que he percibido en años porque inclusive el hombre más vil en ella, que vendría siendo yo, tiene sus límites. Los niños y los malditos bebés están dentro de la lista.

En especial si es una niña que la muerte ha decidido criar como propia.

Mi corazón se ennegrece cien tonos más cuando fijo mis ojos en un diminuto esqueleto incinerado con un dedo meñique faltante del pie y una cadena dorada en la muñeca con su nombre, mi jodido apellido que estaba ahí para protegerla, pero que al igual que todo el dinero y la influencia de Arlette, no sirvió de nada. Tras tomar la pequeña joya con los ojos cerrados y guardarla en mi bolsillo, me alejo del cuerpo.

No quiero creerlo.

No quiero creer que sea ella.

Los rusos son capaces de enviar el cadáver de otro bebé para atormentar a Arlette, pero Flavio viene caminando hacia mí y sostiene un frasco con el dedo faltante de su pie, el cual sé por qué no quemaron al instante en el que lo veo. Sus mejillas están hundidas y sus ojos vacíos.

─Querían facilitar la prueba de ADN.

─O querían encontrar la manera de que estuviéramos seguros de que es ella ─digo, tragando la mierda en mi garganta que la cierra, obstruyéndola, y que apenas me permite respirar. No quiero matar. Matar no va a resarcir el daño que nos hicieron. Quiero tomar esta maldita ciudad y quemarla hasta sus cimientos. Arlette también lo querrá cuando despierte. No me sorprendería que inclusive decidiera volverse contra Rusia entera─. Podrían haberle cortado el dedo a su suplente y a Chiara.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora