Capítulo 26:

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ARLETTE:

Mientras mercenarios, equipos de élite que dejarían a las fuerzas especiales de cualquier país en vergüenza y caza recompensas vuelan a Chicago para encontrar a mi hija y cobrar los cien millones de dólares que ofrecí por ella, Vicenzo y Luc organizan a nuestros hombres en la fortaleza en la que mi Sargento de Armas y Hether viven a las afueras de Chicago. Contemplo cómo les dan instrucciones de evitar el mayor derramamiento de sangre que puedan, ya que no quiero hacerlos enojar con eso, todavía no, mientras mi mente me lleva a un lugar oscuro.

Uno en el que nunca podré sostener a Chiara entre mis brazos ya que no lo hice en el momento en el que nació porque al igual que Beatrice antes de morir, sabía que luego se me haría más difícil mantenerme alejada. Cuando la próxima tropa de hombres armados obtiene su territorio de la ciudad para buscar y la mejor manera de acceder a él, tomando a los rusos por sorpresa, y reducirlos, Hether finalmente me habla después de estar de pie junto a mí como si no supiera cómo abordar el tema. Sus rojos están enrojecidos. Está a punto de dar a luz a su bebé con Luc y eso la ha hecho sensible. No puedo juzgarla por ello cuando yo también lloré.

─Las chicas se esforzarán ─dice, intentando convencerse a sí misma de ello, de que será tan fácil─. Encontraremos alguna pista. No pudo desaparecer así como así.

Afirmo, todavía sin verla a detalle.

No solo hay soldados aquí. También están las mujeres de la isla de Luciano y estas se ofrecieron voluntariamente a ayudar, por lo que cada una de ellas actúa como la líder de su grupo de hombres. Al haber sido esclavas sexuales, todas son conscientes de cómo luce lo más profundo del pozo en el que estamos y se tomaron personal la tarea de hallar a mi hija. Mi pecho se hunde cuando veo a Estela, ya de trece años, sonreír alrededor de Flavio mientras le enseña una mejor manera de limpiar su rifle. Mi hermano, que normalmente no le prestaría atención a nadie, asiente hacia ella y escucha con atención cualquier cosa que tenga que decirle.

Estela ya está más cerca de parecer una niña que una mujer, usando tacones y faldas cortas para asistir a su primer año en San Antonio, pero sus ojos continúan siendo inocentes y vulnerables en la superficie. Inocentes del mal que sufrió. Alejo mi atención de ella cuando verla me hace recordar todas las cosas atroces de las cuales la vi siendo víctima.

Luciano era un monstruo, pero los rusos no son santos.

Si le hicieran a Chiara tan solo la mitad de las cosas que le hicieron a Estela, no sabría qué hacer conmigo misma. Ante mi falta de respuesta, la voz de Hether se vuelve suave la siguiente vez que separa los labios para hablarme.

─Entiendo que no sepas manejar esta situación ─dice─. Yo tampoco sabía cómo ver a Matteo sin que sus ojos me recordaran a Luciano, pero con el tiempo... con el tiempo me di cuenta de que mi hijo no tiene por qué pagar los pecados de su padre. 

Tras tragar el nudo en mi garganta, me adelanto hacia Vicenzo y Luc.

─Tu amor o el mío no significa que ni Chiara ni él no vayan a hacerlo.

La sangre tiene más poder del que las personas piensan.

Sus genes podrían nunca ser activados, pero de igual manera estarán ahí.

─¿Era el último grupo? ─le pregunto a Vicenzo después de un rato de contemplarlo y escucharlo más de cerca en silencio, quién está vestido con vaqueros y una camiseta oscura, un chaleco antibalas en su pecho y botas de combate en sus pies.

Luc lleva el mismo uniforme.

Ambos deberían estar usando atuendos de Venice, pero ambos insisten en que su mortalidad ayudará a animar y a hacer sentir mejor a sus hombres. Una razón estúpida para no hacerlo, si me preguntan, ya que ellos saben cuál es su lugar y ese no es junto a nosotros. A diferencia de ellos, yo llevo un abrigo blanco sobre un sencillo vestido negro de la marca.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora