Escena extra 5:

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Chicago, Illinois.

Un año luego.

VICENZO:

Soy un buen padre.

Amo a cada uno de mis hijos, pero cada uno de ello tiene sus propias necesidades especiales.

Eso es lo que me repito a mí mismo para sentirme menos culpable mientras contemplo el cuerpo exhausto de Valentino recorrer velozmente una arena frente a mí y caer, pero también levantarse y seguir con el circuito a pesar de la sangre saliendo de las palmas de sus manos. Tiene siete años, pero Santino, Chiara y él reciben entrenamiento militar desde los cuatro, tanto instrucción académica como física. Los tres ya hablan tres idiomas, ruso, inglés e italiano, y tienen un área en la que destacan. Santino, ya de diez, lo hace en el manejo de explosivos. Valentino es un amante de los interrogatorios y de las técnicas de tortura, lo que no es ninguna sorpresa, y Chiara adora las artes marciales y las técnicas de combate.

Caos, en cambio, ama el ballet y hacer galletas con forma de animales.

Trato de imaginarla imitando a sus hermanos y uniéndose a ellos frente a mí, pero no puedo.

Mi hija no lo soportaría.

Es frágil. Es como un vidrio roto que debes tratar con cuidado a menos que quieras que se rompa. Arlette ha insistido en inscribirla en algunas prácticas en el complejo, pero me he negado. Yo mismo le he enseñado lo básico, lo cual no pasa de defensa personal y de técnicas de espionaje y reconocimiento espacial en el caso de que algún día tenga que huir o enfrentarse a alguien. Me sentí aliviado cuando descubrimos que tiene la puntería de los Cavalli, lo que solo Chiara, además de ella, posee. No la he hecho disparar armas desde entonces porque lloró contra mi pecho por días cuando la obligamos y por las noches nos despertaba a todos disparando en el mismo sitio en el que le enseñamos, sonámbula, pero el conocimiento de que tendrá alguna forma de defenderse en el futuro nos hizo sentir mejor a su madre y a mí.

─Creo que ha sido suficiente por hoy ─le digo a Arlette, pero esta niega─. La intensidad aumentó.

─Faltan treinta minutos.

La contemplo, apreciando la manera en la que se ve con un ajustado conjunto rojo de falda y medias oscuras. Un abrigo negro la cubre hasta los tobillos. Su cabello cae suelto y brilloso sobre su espalda, pero mis ojos no pueden apartarse de los suyos. Se ve cansada, acaba de llegar de un viaje y se unió a nosotros después de ausentarse de Chicago por dos semanas, y su mirada está llena de orgullo, pero también del mismo miedo que yo siento a diario.

Miedo a que no seamos suficientemente buenos.

Suficientemente exigentes.

Les prometí que iríamos al cine hoy ─le informo con un tono de voz más suave al que estoy acostumbrado a usar a diario. Después de quince días sin verla se oye oxidado, pero ahí está. En lo que se refiere a la madre de mis hijos y mi esposa, ahí está─. Como una familia normal.

Niega.

No somos una familia normal.

Me giro del todo hacia ella, reacio a perder esta batalla.

Le prometí a mis hijas que las llevaría al cine esta semana.

Le prometí a Valentino que le dejaría escoger la película para que no estuviera quejándose y diciendo que solo quiero a sus hermanas.

Le prometí a Santino quedarme para leer los créditos.

Después de enfrentarme a la muerte y que su madre se perdiera a sí misma dentro de su mente de nuevo debido a mí ausencia, me prometí a mí mismo pasar más tiempo con ellos. Tras acercarme a ella y presionar mis labios contra su frente, lo cual hace que se tense porque los años han pasado y todavía sigue luchando contra lo que siente, haciéndome sonreír, me aparto y convierto esta en una de las pocas veces que impongo mi autoridad.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora