Capítulo 23:

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CARLO:

Pese a que el rojo está tiñendo como nunca antes las calles de nuestra ciudad, ya que le dejé claro al sindicato que inclusive una mala mirada en nuestra dirección es motivo para asesinar a cualquier ruso y Mark no ha sido precisamente manso con nosotros, nunca me he sentido tan satisfecho como en este preciso momento.

Más complacido pese a que estoy haciendo lo que luché tanto por evitar.

El noventa por ciento de ello se debe a la mujer que sonríe en el otro lado del jardín, sus brazos ocupados por el bebé regordete de cabello blanco de Aria, quién siempre parece feliz de acurrucarse contra su madrina, puesto que mi ex prometida nos animó a bautizarlo. Ambas ríen mientras hablan y algo caliente, similar a la paz, se instala en mi pecho, acentuándose cuando desciendo la vista del rostro de mi esposa para fijarla en su vientre. En el sitio en el que estará mi heredero un par de semanas más antes de que finalmente llegue a conocerlo.

─Vicenzo adora a Sveta ─comenta Constantino.

Asiento tras tomar un largo trago de mi whisky. A diferencia de mí, su camisa blanca no tiene mangas, pero eso no afecto en lo absoluto cuán intimidante puede parecer ante las demás personas. A pesar de que no es un día frío, tampoco es un día caluroso y las flores del laberinto que mi familia ha mantenido durante generaciones están en todo su esplendor. Nuestras esposas también, ambas viéndose hermosas en vestidos con mangas que realzan su figura.

El embarazo hace milagros con la apariencia de una mujer.

─Sveta dice que es porque sabe que su mejor amigo está por llegar.

Constantino pone los ojos en blanco.

─¿Sigue sonando como una psíquica que prevé la conquista del mundo de parte de su primogénito o ya superó el hecho de que tendrá al hijo de un Cavalli? ─pregunta─. Porque Aria dice que no habla de otra cosa salvo ello.

─Sigue sonando como una psíquica.

─¿Cuándo la harás consciente del hecho de que su hermanastro tiene más derecho sobre la Bratva del que tendrá cualquier hijo que puedan tener?

Suelto un suspiro ante su pregunta.

Cada vez que Sveta habla de nuestro hijo como si alguna vez pudiera gobernar a los rusos sin tener que asesinar a la mayoría de ellos, quiero hacerlo, pero la verdad es que ella actúa como si su madrastra y él no existieran. Solo me ha hablado de su padre y en contadas y breves oportunidades de su madre.

─Creo que escuchar eso la hará enojar, así que prefiero esperar que dé a luz.

Constantino se ríe ante mi respuesta, pero yo no lo hago.

Cuando las hormonas le afectan demasiado, cuando está de un humor oscuro, pide, incluso suplica, acompañarme a las celdas de la mazmorra de nuestro sótano. Ella misma ha quebrantado a alguno de los hombres de su padre antes de asesinarlos, en mi presencia y la de los míos, quiénes ahora la evitan.

Mi hijo ha sido participe de crímenes atroces antes de nacer.

Con su sangre, la mía y nuestros pecados y sus constantes fantasías despiertas sobre cuán poderoso será, empiezo a creer que traeremos al anticristo.

─¿Sabes una cosa, Carlo? Estuve preocupado por cómo podrías sentirte por mi relación con Aria. No dejaba de pensar en qué haría si en algún momento te arrepentías y buscabas arrebatármela. ─Alzo una ceja en su dirección. Si no fuera porque yo se la di, podría decir que me traicionaron, no yo a ellos─. Pero cualquier pensamiento referente a ello ha ido desvaneciéndose en el último año. Sveta puede no ser la esposa con la que tu padre habría estado de acuerdo con que te casaras, probablemente habría muerto al enterarse de que la convertiste en una Cavalli, y, sin embargo, no puedo imaginar a ninguna otra mujer a tu lado. ─No me aparto cuando aprieta mi hombro con su mano, pero sí me tenso─. Porque, amigo mío, estabas muerto en vida hasta que ella llegó a ti.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora