Capítulo 1:

57.5K 5.5K 6.5K
                                    

Chicago, Illinois.

Un año después

VICENZO:

Es curioso cómo tu percepción del mundo puede cambiar de un momento a otro. Un año atrás la idea de volver a pisar Chicago ni siquiera cruzaba por mi mente. Luego mi hermana menor fue secuestrada, tuve que verme obligado a volver y a rogarle por ayuda al mismísimo anticristo, ahora mi esposa, y de repente estaba ocupando una posición que nunca quise, pero que ni siquiera yo podía rechazar. El jefe de jefes de la mafia siciliana.

El capo di tutti capi.

El poseedor del título más ridículo, pero poderoso, de la ciudad.

Cansado de escuchar las súplicas del imbécil que todavía se siente lo suficientemente valioso como para intentar mediar conmigo, su muerte inminente, dejo caer la mitad restante de mi porro tras una última calada y despego mi brazo del cristal del ventanal del almacén en el que estoy lidiando con Falcone, el líder de una de las viejas pandillas de Morello. Hugo ha estado robándonos. Lo ha hecho en pequeñas cantidades que normalmente serían invisibles para un capo normal, pero cuando la persona que maneja el dinero de la Cosa Nostra duerme junto a ti todas las noches y jugaba con los libros de contaduría de su padre, el viejo cassetto de la mafia siciliana, cuando era una niña, normal es lo último que tu vida es.

Todavía dentro de los estándares de un maldito mafioso.

No tengo una esposa normal, quién me haga un lindo pie de limón en los días soleados y galletas con chispas de chocolate en el invierno, sino una maldita calculadora psicótica. No es que me moleste. Hice las paces con ese hecho hace tiempo. Lo que me molesta, sin embargo, es no poder llegar a casa y relajarme porque Arlette no deja de preguntarme cuándo pienso acabar con él, lo que he estado aplazando porque después de matarlo tendré que tomar un bando en una guerra entre pandillas y los rivales de los Falcone no son precisamente el mejor trigo de la cosecha. Le son leales a nuestra familia porque estamos en la cima, hacen cualquier cosa que Arlette les pida en cuestión de nano segundos, pero no sería lo mismo si alguna vez nos tambaleáramos.

Pero en la mente de Arlette, tambalearse no es una posibilidad.

En la mía, por otro lado, es algo que siempre puede pasar.

¿Cómo logramos un equilibrio entonces?

No lo hacemos.

Si yo tomo una decisión, ella toma la siguiente y no nos interponemos en el camino del otro a menos que el fallo pueda representar la muerte, por lo que he terminado drogado y atado en una de las mazmorras de Carlo más veces de las que puedo contar, pero también la he saboteado cuando sus planes de dominación mundial están yendo demasiado lejos. A estas alturas ninguno de los dos se sorprende, pero estamos lejos de llegar al punto en el que seamos capaces de sentarnos a dialogar y llegar a un acuerdo que nos haga feliz a ambos. No me preocupo por eso. Mi madre siempre nos dice que los primeros años del matrimonio son los más complicados. Arlette tampoco es la clase de mujer que ha puesto la terapia de pareja sobre la mesa, por otro lado. Tenemos formas más creativas de expresar nuestros sentimientos por el otro y desahogarnos bien.

Hasta ahora ninguno de los dos ha muerto.

Algo debemos estar haciendo malditamente bien.

Te lo devolveré ─dice Hugo Falcone mientras tira de sus regordetas manos hacia abajo, las cuales se encuentran atadas por una soga a una viga en el techo─. Solo necesito un par de días para reunir el dinero. ─Se estremece visiblemente cuando me acerco a un carro metálico lleno de armas e instrumentos de tortura. Tomo una navaja de él. Las cejas de algunos de mis hombres se alzan cuando ven el filo de la pequeña hoja, pero no expresan sus opiniones en voz alta. Me han visto hacerle honor a mi reputación con menos─. Chico, yo... ─Sus palabras se ven cortadas por el apuñalamiento de mi navaja, la cual se clava en su pecho y hurga en él hasta situarse entre su arteria pulmonar y su cayado aórtico, por encima de su corazón. A pesar del dolor y de su dificultad para respirar, se sorprende a sí mismo de no estar muerto─. Te lo pagaré, chico. Por favor. No me mates.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora