Capítulo 33:

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ARLETTE:

Hay una fina línea invisible entre la cordura y la locura y pertenecer a un mundo como el nuestro te empuja continuamente al bando de lo último, hayas nacido con predisposición a enfermedades psiquiátricas o no.

Mi padre estaba tan atemorizado de que terminara allí que me sedó toda la vida para que no sintiera. En sus propias palabras, para que no oyera el llamado de las hadas y terminara como mi madre. En un titular de periódico de primera plana anunciando el suicidio de la esposa de uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, por no decir del planeta, sin aparente explicación debido a que lo tenía todo y egoísta y ambiciosa como era, no había dado señales de querer abandonar este mundo.

¿Quién lo querría?

Mi madre prácticamente se sacó la lotería del crimen organizado.

Aún habitando en la oscuridad, Sveta Vólkova era afortunada. Poseía dinero, tanto el que le extrajo a su padre cuando aún era querida por él y las migajas que le lanzó en el testamento, como también el de los Cavalli. Un bonito y lujoso hogar. Una familia que rogaba que la apreciara. Más importante, había perdido a mi abuelo, pero tenía un esposo que la soportaba y amaba a pesar de que una mujer como ella era un peligro para todo lo que la mafia, aún más anticuada y tradicional de lo que lo es ahora, representaba ya que escapaba del control de un rey entre las sombras que se caracterizaba por manejarlo todo, pero en lo que se refería a ella se veía reducido a un chiste.

Después de su muerte, crecí sin tener idea de lo que era sufrir, así que ni siquiera sentí ganas de llorar cuando enterramos su cuerpo en el cementerio.

Pero tampoco fui feliz más allá de lo que recordaba haberme hecho feliz antes, como ser el centro de la existencia de Carlo Cavalli.

Posteriormente, tras su asesinato y perderlo todo, me di cuenta de que no era nada sin él, de que los Cavalli no somos nada sin un líder a la altura que se encargue de tomar las decisiones difíciles para la familia, incluso si esta te odia por eso, lidiando con las consecuencias que vendrán después, y me obligué a mí misma a dejar de verme como una mujer y empecé a contemplarme como lo que en realidad era: un peón que quería convertirse en reina, consciente de que ello conlleva un sacrificio. En ese caso, a mí misma, lo único con lo que contaba, por lo que usé mi cuerpo y mi feminidad sintiendo cada ápice de dolor, sufrimiento y asco que me ocasionaba estar a merced de hombres como Luciano, Salvatore Morello, Constantino Ambrosetti, Mariano Borgetti y Marcelo Astori cuando en mi mente solo fantaseaba con asesinarlos con el primer objeto a mi alcance.

Porque no me permití a mí misma apagarme otra vez.

Porque no me permití a mí misma olvidar cada emoción latiendo en mi pecho tras la muerte de mi padre, recordándome constantemente, día y noche, que los responsables tenían que pagar el precio de su sangre derramada. El dolor no es solo sufrimiento, sino también una enseñanza. Una advertencia. Un constante recordatorio para el submundo de lo que pasará si se meten con mi familia y para mí de lo que sucederá si amo a alguien como en su tiempo amé a mi padre, así que estoy segura, por ese dolor que sentí tras perderlo, que nunca amaré a nadie como lo amé a él, lo que también se debe a que nadie nunca conocerá mi me vergüenza más oscura y aún así me amará.

Ni siquiera a Chiara, mi hija engendrada con mi enemigo, pero mi hija.

Ni siquiera a Vicenzo.

Ni siquiera a mis hermanos o a Francesco.

Porque no soy una mujer de sentir amor del tipo que todos esperan que sienta, sino una reina y las reinas no pueden pasarse la vida pidiendo disculpas por ser de la manera en la que son, lo cual, a fin de cuentas, es lo que permite que su reino sobreviva. Pueden detestarme, pueden odiarme, pero me necesitan para mantenerse con vida y eso los obliga a soportarme.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora