Capítulo 3:

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VICENZO:

Sin buscar sonar como un capo arrogante o egocéntrico, entre Arlette y yo elaboramos un buen sistema para la entrada de la droga a la ciudad. En primer lugar, Porfirio la lleva a Texas. Desde Texas es transportada de manera camuflada en camiones de empresas fantasmas, que no muchos podrían rastrear, hasta Chicago, donde finalmente nuestros hombres la bajan en un viejo almacén abandonado y redistribuyen. Suena malditamente sencillo y estúpido, como la manera en la que la droga se movía sin todos los controles que existen hoy en día, porque lo es.

Eso es para la policía y los medios.

Para la reputación de Richard y de Ben, a quién nos conviene mantener en el buen ojo de la mirada pública y en sus puestos de poder.

Mientras todos los capos anteriores a nosotros despilfarraron una fortuna en sobornos y medios de transporte, Arlette optó por conseguir un grupo de químicos alemanes que hicieran que la droga viniera inmersa en otros elementos directamente desde Colombia, entre ellos metales o los componentes de la madera, de una manera que no reaccione positivamente ante ninguna prueba. Para no atraer la atención a Chicago, los laboratorios que la separan de ellos se encuentran dispersos alrededor de todo el país. Estos, sin embargo, no la vuelven el polvo blanco y feliz que todos conocemos, sino que la transforman en caucho para hacer neumáticos y empacaduras que pasan a manos de un testaferro de la industria automotriz. Al encontrarse finalmente con nosotros, Luc, quién ahora es convenientemente dueño de un concesionario de autos de lujo, trabaja en ella y pone los kilos en los compartimientos secretos de los autos que alquila y vende, obteniendo sus propias ganancias por ello, o simplemente la pasa en panelas a las pandillas y a los rusos. Estos procedimientos, sin embargo, no duran demasiado tiempo. A los meses tenemos otra forma de hacer que llegue.

No podemos permitirnos establecer una rutina.

─¿Lo recibiste?le pregunto a Ben, a través de mi iPhone, de pie en el mismo borde del edificio en el que mi padre murió─. Olvídalo. Ya vi.

Cuelgo sin esperar una respuesta, disfrutando de cómo las patrullas se detienen junto a dos camionetas absurdamente sospechosas a unas cuadras de distancia. Me gusta supervisar mis entregas desde aquí porque me veo forzado a recordar que nadie es invencible. Este también fue el sitio en el que Carlo murió, así que el mensaje es claro. No importa lo fuerte o inteligente que seas, en la mafia siempre habrá alguien malditamente peor. Por fortuna soy el mejor en lo primero y Arlette es más que buena en lo segundo, a pesar de las peleas hacemos un buen equipo, pero estar aquí me ayuda a mantener los pies sobre la tierra. Mientras tengamos personas de quiénes preocuparnos, como nuestra familia, no podemos permitirnos confiarnos. Todos ellos por el momento son débiles y nos necesitan alerta. En lo que a nosotros refiere, no tendremos unas malditas vacaciones hasta que Flavio sea mayor de edad. He sido tan bueno como he podido llevando esta posición, pero cada vez que lo escucho hablar me doy cuenta de que él nació para esto. Para controlar, no para la sangre, lo que lo hace perfecto para el puesto más allá del hecho de que, a diferencia de su hermana, lo tendrá mucho más fácil debido a ser hombre. Aunque ya la aceptan como cassetto, a medias, debido a que nunca tuvieron tantos ingresos hasta ella, la mafia siciliana no está lista para ser comandada por una mujer.

Pero quizás, gracias a Arlette, para la próxima generación lo esté.

─¿No te causa dolor ver cómo se la llevan? ─pregunta Arlette a mi lado, sus labios curvándose suavemente hacia arriba─. Media tonelada perdida.

Me encojo de hombros.

─A cambio de cinco dentro, no está mal.

Arlette mete las manos en los bolsillos de su abrigo negro mientras asiente. Debajo de él lleva un vestido largo y azul. Azul oscuro, por supuesto, puesto que no la he visto usar nada en tonos pastel desde su graduación de la secundaria. Lo único claro que tiene en su armario es blanco y sospecho que es porque le gusta alardear de la sangre en su ropa. Mi mujer no se ensucia las manos, no a menos que sea una ocasión especial, pero se mantiene cerca cuando yo lo hago.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora