Capítulo 28:

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VICENZO:

Desde niño he amado la sangre.

No me obligaron a hacerlo, siempre me gustó como si ser un asesino y un torturador estuviese codificado en mi ADN. Por lo general los hijos de la mafia sufren durante su climatización a la vida que los espera, pero yo disfrutaba cada corte. Cada incisión. Cada puñalada. Incluso me gustaba el sabor y el aspecto de mi propia sangre cuando mi padre me castigaba.

Así que desde entonces, lo he disfrutado.

Me gradué en Negocios, pero matar es mi verdadera vocación.

Sin embargo, pocas veces he tenido razones personales para hacerlo.

Antes lo hacía mientras cobraba deudas, como la muerte, en nombre de los Ambrosetti, pero las personas a las que asesinaba no me habían apuñalado entonces dónde más me duele porque nunca me ha interesado el dinero, el poder e inclusive el prestigio de nuestra familia.

Como un hombre casado, ha sido más de lo mismo.

Maté a placer, pero cada vez que lo hice fue por Arlette.

La hilera de rusos frente a mí, en cambio, me han dado un verdadero motivo para que disfrute con sus muertes. Varios, en realidad, partiendo por el simple hecho de robarle a mi familia la poca paz de la que puede gozar, pero el más importante de ellos siendo el secuestrar a Chiara.

La hija de mi esposa y su ex amante, el asesino de su padre.

Un bebé que he cuidado desde que llegó al mundo, asumiendo el papel que debió haber asumido uno de mis mayores enemigos, y he aprendido a amar bajo el regocijo de que su verdadero padre nunca gozará de ello porque está muerto y tomé a su hija, a su mujer y su puesto. Sea donde sea que esté, estoy seguro de que está retorciéndose porque Chiara es mía sin importar su color de cabello.

O sus ojos verdes.

Recordar la manera en la que estos me sonreían cada vez que me veía solo aumenta el dolor en mi pecho que he estado intentando esconder de su madre desde que supe la noticia de su desaparición. Arlette no ha estado bien desde su embarazo y no lo está ahora, así que debo ser fuerte por los tres como lo he intentado ser desde que la acompañé a una clínica a abortar, no por mí, sino por ella y la manera en la que no dejó de llorar contra mí una vez la tomé en brazos en la oficina de mi padre tras asumir el papel de jefe, y no se pudo bajar de mi Audi aunque su mirada gritaba cuánto lo deseaba. Ha estado tan mal que inclusive me dio la opción de divorciarnos e ignorar nuestro prenupcial cuando estaba a punto de dar a luz, sin ningún tipo de precio a pagar, porque pensaba que no aguantaría limpiar su desastre en esta ocasión.

Pero nunca la dejaría.

Cuando me casé con ella, lo hice para siempre.

No podría coexistir con ella en Chicago sin formar parte de nuestro caos.

He probado la vida lejos de casa y tampoco ha resultado bien.

Ella es lo único que tengo a parte de mi madre y mi hermana, al igual que yo soy lo único que tiene. Cada vez que siento que es difícil, sobre todo después de que Chiara nació y se negó a tomarla de mis brazos cuando se la tendí, recuerdo cómo nunca se ha rendido conmigo a pesar de toda la mierda que he hecho con o sin justificación. A pesar de que debería odiarme y yo a ella por la masare entre nuestras familias.

Es mi turno de ser quién se sacrifique y espere a que el otro reaccione.

Por ahora solo puedo decir que es jodido estar del otro lado.

─Fuego ─ordeno, sin más.

Ante ello, tanto yo como mis hombres apuntamos con metralletas a las malditas ratas arrodilladas y atadas frente a nosotros, disparándoles una y otra vez de abajo hacia arriba porque quiero que sientan dolor antes de morir. En un mundo utópico para mí podría encargarme personalmente de cada uno de ellos, pero son tantos, dos camiones llenos de almas que necesito recolectar, que necesito soluciones más rápidas. Eso no significa que cada tanto no me separe de la alineación de los míos y tome a uno de ellos para torturarlo frente a sus amigos para estimularlos a hablar antes de que sea su turno.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora