Capítulo 20:

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Sicilia, Italia.

Veinticuatro años antes.

CARLO:

Mi familia ha sido poseedora de un castillo en Sicilia por siglos. Mi apellido se remota a la época en la que los sacerdotes y la Iglesia católica gobernaban los continentes, por lo que no solo hay realeza en mis antepasados debido a que la mayoría de ellos eran banqueros que terminaron casando a sus hijos con mujeres cuyos padres eran aristócratas y se encontraban en la quiebra, sino también obispos cuya opinión llegó a ser sumamente importante para los Papas de su época. A veces la única a tomar en cuenta al momento de tomar una decisión en el Vaticano, incluso sobre la mentalidad y principios del propio Papa, todo dependiendo de cuán importante estas decisiones podrían ser para los Cavalli.

Éramos como los Borgia, pero más discretos con nuestros actos.

Aun así, no puedo decir que soy un creyente.

Solo hay una débil y susurrante voz dentro de mí que me dice que Dios existe debido a que mi padre me inculcó la religión cristiana, pero la aplasto todo el tiempo recordando que si lo hace estoy condenado al infierno por todas las cosas que hice y haré y de las que no me arrepiento.

Que estoy haciendo.

─Carlo... ─susurra Marco, mi único pariente vivo, cuando me doy la vuelta tras terminar un cigarrillo y me enfrento a nuestra víctima. Estamos en la terraza de la torre más alta de la fortaleza de piedra, una de tres, desde la que soy capaz de ver toda la isla, la cual, si viviera aquí, me pertenecería, pero ese no es el caso. El padre del Marco era mayor que el mío, el primogénito de su línea de sangre, y gobernar a los Cavalli aquí era su legado. Carlo Cavalli padre hizo su propio imperio en Chicago, dónde mi bisabuelo también tenía conexiones desde hacía años, en lugar de estar bajo su sombra como su segundo al mando o perder el tiempo en dispuestas familiares por poder. Hizo su propio legado: uno más fuerte y firme. Ese será un principio importante que les inculcaré a mis hijos. No pelearse con la familia por poder cuando hay suficiente de él para todos y debemos concentrarnos en mantenerlo─. Quizás deberíamos hacer un trato con su familia en lugar de matarlo. Siento que sacaríamos más provecho de esa manera.

Ni siquiera contemplo esa posibilidad. Si estuviéramos en Chicago la tomaría en cuenta, probablemente eso sería lo que haría debido a que la mafia siciliana estadounidense es más pequeña, organizada y fácil de controlar, pero estamos en Sicilia, su centro de comando dónde todos quieren un puesto en la cima. Estar ahí no solo significa tener las manos sobre una isla o una ciudad, sino sobre un país entero y a través de él sobre uno o dos o tres continentes.

Sicilia es el punto de conexión.

Porque mientras Chicago nos sirve a los Cavalli para tener dinero e influencias, actuando como un refugio inamovible debido a que la Cosa Nostra allí depende de nosotros, Sicilia es para tener poder en su máxima expresión. Cuán diferentes son nuestros dos reinos es algo que nunca podemos olvidar Marco y yo. Mientras puedo manejar Chicago como si fuera un tablón de ajedrez, Sicilia es un campo de tiro al aire libre en el que todos son nuestros enemigos hasta que se demuestre lo contrario con sangre, incluso nuestros supuestos amigos. Por eso debemos dominar todos los ámbitos al momento de controlarla, incluida la violencia, si queremos sobrevivir a ella como miembros de la mafia o no queremos estancarnos en la parte baja de la pirámide. Sin siquiera girar el rostro hacia Marco, tomo una antigua daga de la bandeja de plata que el mayordomo, Arnoldo, lleva sosteniendo en el aire más de una hora para mí, esperando el momento en el que decida tomar la pieza de mango con viejos y brillantes diamantes incrustados. Es una reliquia familiar, con su propia historia y valor sentimental.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora