capítulo 40.

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Kagome insertó la llave.

La puerta se abrió. Solto un pequeño jadeo al ver que las palabras de aquel hombre eran ciertas ¿porqué Sesshomaru le mentiría?

De forma temblorosa abrió la puerta en su totalidad, definitivamente no habían muebles allí.

Sus ojos se abrieron de la impresión.

Era un cuarto lleno de fotos de ella. Era algo exagerado, las paredes, el piso e incluso el techo estaban llenas de fotos y algunas pinturas, logró distinguir una en donde aparecía ella junto a una mujer, un anciano y un niño, un dolor en su pecho la hizo caer de rodillas. De repente su vista se nubló y los recuerdos de su vida la atacaron.

Sota, su madre, su abuelo, su tía Midoriko, Hoyo, el acoso, los regalos, su secuestro y su violación. Las lágrimas empezaron a bajar aumentando el dolor de cabeza que ya tenía.

Lo recordaba...los recordaba. El sujeto tenía razón, ella había estado viviendo una mentira.

Una hermosa mentira.

Empezó a vomitar un líquido negro y asqueroso pero nada de eso le importó. Lo que acaba de descubrir la tenía más ocupada. Se fijo en uno papeles tirados en una esquina, gateo hasta alcanzarlos. Era toda su información: fecha de nacimiento, nombres, identificaciones, escuelas, calificaciones, amigos, familia e.t.c.

Estaba impactada.

Pero...porque Sango, Miroku, Ayame y Koga estaban ahí, esto la confundió y la horrorizó ¿acaso eran sus cómplices? ¡¿porque?!

-Saiai.- El cuerpo entero de Kagome se tensó al escuchar la voz de Sesshomaru a sus espaldas, él había cerrado la puerta del cuarto, su mirada dorada se encontraba oculta bajo su flequillo y su elegante traje ahora estaba manchado de sangre.

Aunque Kagome sabía perfectamente que esta no era de él.

En su mano derecha se encontraba una sangrante Katana, y en su mano izquierda colgaba la cabeza de un hombre pelinegro con ojos carmesí, el mismo hombre que le había dado la llave.

El tal Naraku.

Quería vomitar aún más ante aquella imagen.

Su pequeño hijo Inumaru se encontraba de pie a su lado, Kagome abrió la boca ante lo que veía ¡¿su hijo tenía orejas de perro?! Noto las marcas en las caras de ambos, aquellas lunas menguantes se marcaron en su memoria. 

Igual a la que tenía en su cuello.

El Sesshomaru de sus pesadillas, Inuyasha, Rin, Sango, Miroku. Ahora sus rostros se hacían claros en sus recuerdos.

Su hijo estaba imperturbable, como si la imagen que veía de su padre no le afectara en nada.

Él corrió a hasta ella y se abrazó a su pierna. Kagome miró los bellos ojos azules de su hijo y este le sonrió.

Estaba en shock, quería gritar, quería entender, salir corriendo y respirar, sentía que el aire le faltaba. Empezó a hiperventilar.

-Saiai, te contaré una historia. Presta atención ¿de acuerdo?. Hace mucho tiempo existía un demonio cruel y despiadado, este demonio era conocido como el más poderoso de la época. Todo en el reflejaba perfección. Todo menos su linaje, el cual había sido manchado con sangre híbrida por un error de su padre, su poderoso padre había caído en aquello que llamaban amor, y había engendrado a un híbrido mitad demonio y mitad humano. El nombre de ese híbrido era Inuyasha, una escoria condenada a no pertenecer a ningún lugar, o eso creía él, conocio a una poderosa miko de nombre Kikyo, la guardiana de la perla de shikon, una joya muy poderosa capaz de conceder cualquier deseo e incrementar el poder de su poseedor, ambos se enamoraron pero su amor fue frustrado por otro ser lleno de rencor. El nombre de ese ser era Naraku. - Sesshomaru levantó ligeramente la cabeza sin vida que colgaba en su mano.- Este ser hizo que ambos se lastimaran el uno al otro, hirió a la miko kikyo de muerte con la apariencia de Inuyasha y le hizo creer que robaba la perla de shikon. Con inuyasha hizo lo mismo, solo que a este le hizo creer que su amada lo había engañado y lo iba a purificar, haciendo así que este se enfadara y quisiera robar la perla creando el escenario perfecto. La miko en sus últimos alientos sello a Inuyasha en el árbol sagrado sabes cual es ¿no? -Sesshonaru sonrió ligeramente antes de continuar. - sintiéndose, a pesar de todo, incapaz de matar a su amado. La miko murió y se llevó la perla consigo al infierno.-
Los recuerdos del Sengoku iban volviendo a media que Sesshomaru narraba. Kagome se acostó  en el piso sin fuerzas para mantenerse de rodillas. Inumaru se echó a su lado y recostó su cabecita en las piernas de su madre. Sesshomaru aprovecho el momento para acercarse a Kagome y abrazarla contra su pecho, la cabeza y la Katana habían caído al piso sin ningún cuidado.

Enamorada de un psicópata /Sesshome/ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora