La adivina (1)

166 15 2
                                    

Narra ________

Caminé por las calles de la ciudad, ya me había instalado en la habitación que el señor Sakamaki me asignó.

No había mucha gente a estas horas de la noche, sin darme cuenta una persona me alcanzó y sujetó suavemente de mi hombro.

-finalmente te encuentro- sonrió con dulzura una señora de la tercera edad.

La miré algo confundida -creo que me confunde con alguien más, señora- dije amable.
-nunca podría confundirte- sonrió - quizás no te acuerdes de mí, pero eso no importa ahora- dejó sus bolsas en el suelo.
-¿Necesita ayuda con eso?- pregunté.
-tan amable como siempre- me miró- ¿Me ayudarías a llevarlas a mi casa?, No está lejos de aquí-

Mis papás me enseñaron a ser amable con la gente pero si estos te quieren llevar a algún lado...CORRE.

Quería seguir ese consejo, pero la señora se veía muy cansada.
-no hay problema- levanté las bolsas y noté que necesitaba un bastón para ayudarse a caminar.

Caminamos unas cuatro cuadras y nos desviamos por un pequeño callejón bien iluminado.
Sacó sus llaves de su bolso y abrió la puerta. Leí el letrero de la tienda.
-¿Usted es adivina?- pregunté.
-claro que lo soy- sonrió y dejé las bolsas en su mesa - hago de todo aquí, amarres, endulzamientos, leo las cartas. Cosas como esas. Pero también soy muy devota a los angeles, ellos son mi guía- dijo con una voz dulce y llena de admiración.

Sonreí de forma inconsciente. Yo no creía en eso, no creía en ninguna divinidad pero respetaba las creencias de las demás personas.

-¿Te gustaría una seción?- me preguntó.
-gracias, pero no traje dinero-
-no es necesario, tómalo como un gracias por ayudarme- me guío a la mesa apartada y no me dió ninguna oportunidad de negarme.

Me senté en donde me indicó y ella al otro extremo, en medio de la mesa había una gran esfera de cristal.

No solía recurrir a nada de esto, pero cuando mis amigas me llevaban con ellas me entretenía, siempre es interesante lo que suelen inventar.

-¿Te es familiar esto?- señaló la esfera y negué con la cabeza.
-entiendo- su mirada reflejó un poco de decepción - hace tiempo, cuando era mucho más joven, una jovén ángel me la obsequió- sonrió con nostalgia - ella era tan bella, tan perfecta y yo solo era una ladrona, una ladrona que robaba para sobrevivir- colocó sobre la mesa una baraja de cartas- no entendí porque me la dió, porque me escogió. Ella dijo que vió bueno bondad en mí, me dijo que con esto podría dejar de robar y tener un trabajo honesto-

Sus palabras estaban cargadas de tanto sentimiento que estuve a punto de creerle.

-ella ayudaba a las personas que normalmente nadie lo haría, siempre demostraba que todos tenemos bondad y podemos ser honestos- barajeó las cartas.
-¿Cómo era ella?- pregunté y ella sonrió ampliamente.
-ella era como tú-

Extendió las cartas sobre la mesa y me pidió que eligiera tres.
Las tomó y volteó la primera.
- tu vida ha sido algo dura- comenzó a hablar- no solo por el acoso escolar que sufriste de pequeña, sino también por tu vida familiar, tus padres no se llevaban del todo bien y tu te sentías como la cuerda que los obliga a seguir viéndose cada cierto tiempo-

Mi expresión cambió a una de incredulidad.

-enfermaste de bulimia y de anorexia, tienes cuatro años dentro de esto y por primera vez estás dispuesta a intentar salir, una persona te convenció y no fue ninguno de tus padres o de tus amigos. Ahora que ellos no están tienes sentimientos contradictorios, estás aliviada de no tener que lidiar con aquellas malas situaciones en las que tú siempre estabas en medio. Pero también estás destrozada ya que pese a todo eso, era lo único que tenías, era el ambiente en el que creciste-

Volteó la segunda carta.

La chica que podía volar (Raito y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora