Celos

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Cuando entramos a la mansión recibí varias críticas por parte de el segundo hijo, ya que estaba mojando el piso.
Raito me puso su chaqueta sobre los hombres y me acompañó.
-deberías cuidarla más, Raito- dijo Subaru, provocando que nos detuvimos -tiene tendencias suicidas-.

Reí brevemente y abracé a mi pervertido sin remedio.

Al llegar a mi cuarto Raito puso seguro y me acorraló contra la puerta.
-¿A qué se refería?- preguntó mirándome a los ojos.
Le sonreí y besé sus labios.
-a nada, no te preocupes-
Pero él continuó mirándome.
-no es nada, en verdad, solo me metí un rato al río a nadar pero como no me veía salir del agua cuando me lancé... supongo que pensó eso-
-¿Cuánto tiempo estuviste bajo el agua?- preguntó.
-mmm...unos cinco, no es la gran cosa-
-¿Cinco minutos completos?- preguntó un poco intrigado.
-casi, pero como te dije, no te preocupes- sonreí seductoramente y pasé mis manos por su pecho que ahora también estaba mojado -¿Terminamos lo de hace rato?- dije coqueta.

¿Quién lo diría? Era mi primera vez coqueteando.

Su expresión cambió y se acercó a mi oído.
-nada me complacería más- susurró con la voz ronca, me levantó para que lo abrazara con las piernas y me llevó a la cama.

........

Narradora

Mientras tanto el resto de los Sakamakis se encontraban en sus propios asuntos.
Kanato estaba con su colección de muñecas, les estaba diseñando nuevos vestidos.
Shu estaba durmiendo en el sofá de la sala.
Ayato estaba en la cocina comiendo Takoyakis.
Subaru estaba en el jardín de rosas.
Y Reiji estaba encerrado en su laboratorio, se encontraban molesto, muy molesto y no conocía la razón.

No dejaba de pensar en la pelinegra, no dejaba de pensar en lo que estaba pasando en ese cuarto y eso lo llenó de rabia.
Sabía de sobra que en ese mismo momento estaban juntos, terminando lo que hace rato no pudieron debido a la interrupción que él causó por "accidente".

Varios pensamientos inundaron su mente, pensamientos que no debían de estar ahí.
Él había estado presente en el sufrimiento de su hermano, sufrimiento que duró muchos meses. Tan grave fue que tuvo miedo por la vida de su hermano menor.

Maldecía una y mil veces aquella mujer que le había provocado todo ese dolor a su hermano. Reiji nunca dudo lo que Raito había dicho, su hermano no era el primero en experimentar eso, no es nada común pero tampoco era imposible.

Cuando recibió los documentos y expedientes médicos de la chica deseo matarla cuando le fuera entregada aquel día en el aeropuerto. Pero para desgracia no pudo hacerlo, al ver a esa criatura tan frágil en aquel momento, simplemente no se atrevió. Verla conectada a todas esas máquinas, que respiraban por ella, que la alimentaban por vía intravenosa, se regañó a si mismo por todo lo que pensaba de ella, era claro que ella lo estaba pasando mucho peor que Raito.

La primera vez que ella se había quitado la blusa frente a él para que la ayudara a limpiarse las heridas y a ponerse unas vendas limpias deseó recorrer ese cuerpo con sus manos.

Lo único que lo consolaba era que tanto su hermano como ella estaba mucho mejor. Raito volvió en si cuando la vió. Y él se encargaba de alimentarla mientras dormía sin que se enterara, si eso ocurría sería un desastre.

Por un breve momento creyó escuchar un suave gemido femenino.
Apretó sus puños con fuerza, cerró los ojos y deseó ser él quien provocará eso en ella.

Ante ese pensamiento abrió los ojos algo aturdido.

Se sentó en su sofá después de cerrar la puerta de su laboratorio, se quitó su guante para dejarlo aun lado, procedió a cerrar sus ojos para comenzar a tocarse y acariciarse con suavidad, tal y como lo haría la pelinegra.

La chica que podía volar (Raito y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora