Cuarto equivocado

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Salí lo más rápido que pude del cuarto de Reiji y me dirigí al mío.

Caminé por los largos pasillos de la mansión y traté de no perderme. Llegué al que creía que era mi cuarto y lo abrí.
Al entrar miré a mi alrededor. Suspiré al ver que me había equivocado de habitación.

-mierda- susurré. Me di media vuelta para salir, pero alguien colocó su mano en mi hombro, provocando que me asustara.

Miré a la persona a mis espaldas.

-me asustaste- dije con una mano en el pecho.

Raito sonrió.

-me acabo de dar cuenta- dijo mientras me sujetaba de ambos brazos.

Quise disculparme por entrar en su cuarto, pero de mi boca no salió una sola palabra.
Él me empujó contra la puerta y acercó su rostro al mío. Estaba tan cerca que podía sentir su aliento. Mi piel se erizó y mi mente se nubló.

Puso una de sus manos en mi espalda baja y me atrajo hacia él, para luego juntar nuestros labios en un beso apasionado.


Sin poder evitarlo le seguí el beso y pasé mis manos por su espalda.

-como te extrañé- susurró seductoramente a mi oído.

Sujeto mi cadera y enrollé mis piernas es su cintura.

Me llevó a su cama y me recostó en esta. Se colocó sobre mí, sin dejar de besarme.

Sus manos recorrían mis piernas, mientras las mías su pecho.

-estoy asustada- logré decir.

-es comprensible- besó mi cuello.

Sus manos comenzaron a quitarme la blusa. Para luego mirarme fijamente.

Mis mejillas se pintaron de un color rojo.

Besó mi cuello, poco a poco comenzó a bajar, por mis clavículas, por mi pecho y se detuvo en mis senos.

Besó uno mientras masajeaba el otro.

Dejé mi cabeza recargada en la almohada y miré el techo, mientras disfrutaba de aquella sensación tan maravillosa que el pelirrojo me estaba dando. Varios suspiros y gemidos salieron de mi boca, lo cual parecía que él disfrutaba.

Sujeté su rostro entre mis manos y lo atraje nuevamente a mis labios.

Comencé a desabotonar su camisa y al terminar se la quité.

Me sentía una extraña por completo, generalmente no soy una persona que se excite fácilmente.

Raito me besó con más dominación mientras jugaba con los botones de mi pantalón.
Los bajó de forma desesperada.

A lo cual imité su acción. Ahora lo único que se interponía entre ambos era mi ropa interior.

Sus manos fueron a mi espalda para desabrochar mi brasier.

-no sabes cuanto te extrañé- dije sin saber el por qué.

-y yo a ti, Fary-chan- me miró a los ojos.

-y yo a ti, Fary-chan- me miró a los ojos

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La chica que podía volar (Raito y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora