¡Tú eres mía!

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Me encontraba en el balcón de mi cuarto, era la primera vez en meses que salía al exterior. Mi vida se había vuelto en una rutina muy corta dentro de esa casa. No quería salir, no quería ver a nadie, pero hoy había decidido salir a caminar un rato. Tenía más que claro que si avisaba no me dejarían, por lo que recurriría a la opción que me funcionó la última vez, salir sin que nadie se enterara.

Para mi suerte las pared de la casa tenían lugares en los que me pudiera sostener para poder bajar y subir, aunque con dificultades.

Con mucho cuidado comencé a bajar, paso por paso. Al ver que me encontraba a una altura no tan alta salté y aterricé sobre los arbustos de rosas.
Mordí mi labio inferior para no soltar el grito de dolor que se había formado en mi garganta.
-mierda, mierda, mierda- dije en voz baja.
Sin hacer mucho ruido me puse de pie y me sacudí la ropa.
Sentí algo caliente en mis manos y al ver noté que era sangre.
-maldición- susurré y la limpié sobre mi falda.

Corrí hacia la reja para alejarme de aquella casa en la que me encontraba, al menos por un rato.
Comencé a subir por esta, pero al estar casi a la mitad unas manos me sujetaron de la cintura y tiraron, con fuerza, de mi hacia abajo, lo que provocó que me hiciera nuevas heridas en las manos.
-¡ESO DUELE!- exclamé.

Raito me puso contra la reja, con más fuerza de la que había pensado, lo que provocó que la reja soltara un fuerte sonido chirriante.
Sus ojos me miraron fijamente.
-¿A dónde crees que vas, Fary-chan?- preguntó sin dejar de mirarme.
-queria ir a caminar, ya me cansé de estar entre cuatro paredes- respondí.

Raito apretó su agarré en mis brazos.
-me estás lastimando- dije.
-¿Tú lo sabías?- preguntó.
-¿Saber que cosa?-
-sobre Reiji-
Incliné mi cabeza hacia un lado en señal de confusión.
-¿Qué tendría que saber?-

No me respondió, aflojó su agarre poco a poco y se pegó a mi cuerpo.
Pasó sus manos por mi rostro y luego las bajó para comenzar a desabrochar los primeros botones de la blusa.
-en verdad eres ciega para esa clase de cosas- susurró y pasó su lengua por el comienzo de mis senos.
El calor en mi rostro no se hizo esperar.
-aquí no- dije nerviosa - nos pueden ver- cerré los ojos cuando comenzó a succionar uno de mis pezones -¡ah!, ¡Dios!- gemí en voz baja.
-eso lo hace más excitante- se separó y me sonrió.

Recorrió mi cuello con besos húmedos, dejando un ligero rastro de saliva.

Recorrió mi cuello con besos húmedos, dejando un ligero rastro de saliva

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Sujetó mis manos para que no las pudiera mover.
-eres mía- dijo con firmeza - solo mía- regresó a mi cuello para morderlo con fuerza.

La chica que podía volar (Raito y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora