Algo está mal

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Raito me tenía sujeta sobre la cama mientras besaba mi cuerpo. Algo en él había cambiado y eso no me gustaba, algo era distinto.
-¿Qué es lo que te pasa?- quise quitarlo de encima, pero él pareció no escucharme.

Logré liberar una mano y le dí una cachetada con toda mi fuerza.
Juraría que aquel golpe se escuchó por toda la casa.
-¡Sueltame!- exigí- ¿Qué es lo que te ocurre?-
Raito parpadeó varias veces hasta que pareció volver en si mismo.
Sus brazos envolvieron mi cuerpo en un abrazo protector y susurró unas palabras que no logré entender.
Se le veía algo preocupado. Posé mis manos en sus mejillas y nos miramos a los ojos.
-¿Qué es lo que te agobia?- pregunté con tranquilidad - puedes decirme todo lo que te preocupa, sabes que si puedo ayudarte lo haré sin dudarlo-

Raito apretó sus labios, que formaron una línea recta. Pero no dijo nada, solo depositó un tierno beso en mis labios.
-no me vas a dejar- dijo a mitad del beso- nunca te vas a alejar de mi lado, _______- volvió a besarme.
Lo miré confundida.
¿Por qué querría dejarlo?, ¿Piensa que tengo a otra persona en mi cabeza?
-crees que tengo a otro- afirmé- piensas que hay alguien más- comencé a molestarme.
-no- me contradijo - pero si alguien se acerca a lo que me pertenece morirá- entrelazó nuestras manos y depositó un beso en esta.
Entrecerré los ojos y logré empujarlo para ponerme de pie.
-te recuerdo que el que se metía con todo lo que tuviera piernas y una vagina eras tú- me arreglé la blusa y fuí al baño a buscar el botiquín para limpiar mis heridas.
Mojé el algodón con alcohol y lo coloqué sobre las raspadas.
-maldición, duele- me quejé.

Raito me levantó e hizo que me sentará sobre el mueble del baño. Tiró el algodón al pequeño bote de basura y se agachó a la altura de mis piernas.
-no te atrevas a jugar conmigo, Fary-chan- me advirtió.
-¿Soy yo la que está jugando?- miré por la ventana, seguramente había algo allí afuera que fuera más interesante que esto.
Sentí algo húmedo sobre mi pierna y cuando miré vi que estaba lamiendo la sangre que salía de mis heridas.


-eres la primera en recibir tantas atenciones de mi parte- dijo cuando terminó y se acercó a mi rostro -eres la primera en tener algo serio conmigo- acarició mi cuello y deslizó su mano hasta mi brazo - eres la primera a la que quiero en verdad- besó mi mejilla -eres la primera en muchas cosas-
-¿Me lo estás reclamando?- pregunté.
-claro que no- sonrió -te ves adorable cuando te enojas- pellizco mi mejilla.
Quise bajarme pero lo evitó.
-¿Sabes que los demás tienen prohibido tocarte?- preguntó - eso es lo único que le agradezco a "esa persona" , antes no me molestaba compartir a las mujeres. Eres la única que quiero solo para mí-

Solté un suspiro.
-¿Sabes que no soy una cosa que pertenece a alguien?- las palabras salieron con pesar -yo elegí estar a tu lado por voluntad propia, nadie me obligó. Yo lo quise así- lo miré finalmente -no puedes aislarme por tus celos, yo no te he dado razones para que desconfies de mí, no te he dado ni una sola- una lágrima se deslizó por mi mejilla.
-no eres tú de quien desconfío-  retiró aquella lágrima con cuidado -eso quiero que lo tengas claro-
-no puedes aislarme, Raito- hablé.
-y no lo haré- besó mis labios- a menos que sea necesario- separó mis piernas y se colocó entre estás.
Pasó su brazo por mi cintura y me atrajo a él -eres preciosa- mordió mi cuello - y eres toda mía-

Hice un último esfuerzo para alejarme pero al final sucumbí. No lo pude evitar.
Abracé su espalda y me entregué a él, nuevamente.

La chica que podía volar (Raito y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora