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NATHALIE

—¿Hablamos del mismo Cameron? ¿El del beso/vómito?

Arrugué la nariz

—El mismo que viste y calza.

—No lo vi el día que estuvo aquí.

—Fue hace casi dos semanas. Y estaba demasiado impactada para procesarlo. La verdad aún no me lo creo.

—De todos los lugares en el mundo, ¿eh?

—¡Exacto! Es como si la maldición de una momia desenterrada hubiera decidido perseguirme. Como si el demonio invocado por una tabla Ouija ahora estuviera pisándome los talones. Solicitaré un exorcismo en la iglesia.

—No dijiste eso cuando casi se mete en tus pantalones.

Casi es la palabra clave aquí —refuté—. Era una zorra virgen, así que no sabía lo que hacía.

—¿Cómo es que las palabras zorra y virgen caben en la misma oración?

—Soy una genio de las frases imposibles.

—Aún estás dolida por lo que te hizo... ¿o es por lo que no te hizo?

—No estoy dolida. Sólo preferiría no verlo a menudo. —Me enderecé apoyando el brazo en el palo del trapeador para ver a Emely, quien limpiaba metódicamente las mesas de Mochee's—. Lo peor es que Julian le ha hecho lugar en la mansión. Resulta que es su tío o algo así —añadí con una mueca—. Ha venido con su madre y su hermana, aunque él se queda en la casa de huéspedes.

—Esto es tan loco Natt —expresó sacudiendo la cabeza—. ¿Hace cuánto que pasó lo de ustedes?

—Bastante.

—¿Y crees que él lo recuerda?

—Claro que lo recuerda.

Le di un breve resumen de nuestro encuentro y la postura desafiante que Cameron adoptó cuando intenté hacerme la desentendida.

—Quizá lo malinterpretaste y solo esté arrepentido.

Fruncí el ceño.

—¿Cómo que arrepentido?

Mi prima enderezó su postura usando el dorso de la mano para apartarse el flequillo castaño de la frente. Su tez aceitunada lucía un tanto pálida bajo la iluminación del local y sus ojos almendrados eran el retrato del cansancio, bordeados de círculos que delataban una indiscutible falta de sueño. Ambas teníamos el mismo aspecto de zombi luego de otra dura semana.

—Bueno —prosiguió en tono agotado—, yo estaría avergonzada si, de la nada, me encontrara con la chica que humillé.

—Los hombres olvidan rápido. Tienen memoria de pez —objeté.

—¿Qué hay de ti?

—¿Yo qué?

Emely resopló.

—Vamos, Natt. Me contaste lo que pasó.

—No tiene importancia.

—Olvidas que crecimos juntas. Te conozco.

Me rendí ante su observación.

—Fue incómodo —admití—. Él... él ha cambiado mucho. Es un poco hostil, amargado. Bastante amargado, en realidad. Antes fue dulce. Idiota, sí, pero dulce y juguetón. Ahora parece que tuviera un aura negra alrededor, y eso que no sé nada de auras. Tiene un tatuaje. Otra cosa nueva.

—Jum. —Puso una mano en jarra y me miró inquisitivamente—. Tuviste mucho tiempo para darle un buen repaso, ¿no?

—Lo observé un poco, sí —dije a la defensiva.

Miradas al Sol (Destinados II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora