NATHALIE
Tomé una profunda y necesaria respiración para mantener la calma. Tenía por ley de vida no perder la cabeza antes de las diez de la mañana. Jesucristo en tutú. No quería faltar a mi propia regla, pero Blake lo estaba haciendo realmente difícil. Miré el reloj, eran pasadas las nueve con treinta, lo que significaba que me quedaban al menos quince minutos de fingida tranquilidad. Entonces podría estallar.
—Solo respóndeme, Blake. ¿Cómo es posible que te hayas endeudado tanto?
—Hay una explicación.
—Que seguramente tiene que ver con el juego —concluí en un gruñido—. Dios, ¿es que no piensas en nadie más que en ti mismo?
—Deja de ser tan injusta, Nathy.
—No me llames Nathy y no digas una mierda sobre ser injusta. Nos dejaste metidos en un problema con mala gente. Jhonny y el otro imbécil viven paseándose fuera del negocio y lanzándome miradas amenazantes. He hecho malabares para que papá no se dé cuenta de nada mientras tú estás en no sé dónde pasando el rato con la chica de turno. ¿Qué tienes en la cabeza?
—No estoy pasando el rato con nadie —espetó, audiblemente molesto—. Estoy haciendo mi parte para conseguir el dinero que me falta. Llamé a Stefan para decirle que estaría de vuelta en una semana con la plata en mano. Ni él ni ninguno de sus perros deberían molestarte hasta entonces.
—¿Y luego qué? ¿Umm? ¿Vas a seguir arruinándonos la vida con tus estúpidas decisiones?
—Deja de ser tan jodidamente dramática.
—¡¿Me llamas dramática cuando eres tú quién está lanzando su vida al caño?! —grité—. ¿Esperas que te maten o algo?
—Nathalie...
—Nathalie nada. Dios, Blake. Ya no sé qué hacer contigo. —Me froté la frente nerviosamente—. Tengo problemas, ¿sabes? Lucho como loca para mantenerlo todo bajo control y tú sólo sigues tirándome más mierda. Dame un respiro y dártelo a ti mismo, también. Deja de ensuciarnos con cosas que bien podrían evitarse.
—No tienes idea de lo que estás hablando —siseó—. Si supieras los sacrificios que he hecho...
—¿Cuáles? Jugar y beber como un cerdo mientras nos pones a todos en peligro.
—Claro que eso es lo que piensas.
—No me has mostrado nada más.
—Mejor así. —Suspiró—. No te preocupes por Stefan. Me encargaré de él y sus tipos.
Cortó la llamada antes de que pudiera responderle. Me quedé observando el teléfono por un largo rato. Acababa de pelear con mi hermano y, entre otras cosas, lo había llamado perdedor y un absoluto desperdicio de oxígeno. Estaba enojada, lo cual justificaba mi furia y mis poderosas ganas de despotricar en su contra. Sin embargo, no me sentía mejor ahora que lo había hecho. Aunque Blake tuviera actitudes egoístas y su idiotez le impidiera ser un hombre racional, él me preocupaba. No entendía cómo había terminado en ese hueco de problemas. No sabía por qué nos había excluido. ¿Cuándo dejó de ser el hermano que velaba por todos para convertirse en esto?
Sentía como si estuviera perdiéndome una parte de la historia, como si hubiera algo oculto detrás de su fachada de necedad. Guardaba algo para sí mismo que yo ansiaba descubrir. Tarde o temprano, no le quedaría más opción que soltarlo.
Me dejé caer en el asiento detrás del escritorio y exhalé un resoplido. Vagamente, escuché las voces de los chicos provenientes de la cocina, acompañado del sonido inconfundible de la freidora y el rechinar de los platos que eran manipulados para servir nuevas órdenes. Hojeé la carpeta en mi regazo, angustiada con los números que veía acumularse en nuestras listas de deudas. La verdad es que no nos estaba yendo bien. Por más que nos esforzábamos en sacar adelante Mochee's, nuestras necesidades seguían siendo más grandes que cualquier ganancia.
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Miradas al Sol (Destinados II)
RomanceNathalie Everett cree en el amor. El único problema es que no ha tenido suerte encontrando un tipo decente con quien experimentarlo, o al menos uno que no se hurgue la nariz en plena cena. Cameron Holt no cree en el romance. Hay demasiado en juego...