24

5.5K 707 776
                                    

NATHALIE 


Era una desconocida para él y, sin embargo, Goyle no dudó en aparecer apenas cinco minutos después de haberle marcado. Conocía más que yo de primeros auxilios, así que supo cómo armar un torniquete para contener el flujo de sangre mientras esperábamos a los paramédicos. Aparecieron al poco tiempo seguidos de cerca por mis histéricos padres, quienes llevaban el miedo pintado en la cara. Dado que solo cabían dos acompañantes en la parte trasera de la ambulancia, les cedí el lugar y cogí las llaves de la camioneta para conducir detrás de ellos. Ninguno de los dos puso resistencia.

Tragando mi propio pánico, me limpié los ojos llorosos con el dorso de la mano y avancé al asiento del conductor sin perder de vista el camión de luces rojas y azules que ya avanzaba por la calle.

—Dámelas. No puedes manejar en ese estado.

Estuve sorprendida de que Goyle se ofreciera a tanto. Quise disculparme por haberlo molestado a esas horas de la noche, especialmente cuando había un reguero de sangre involucrado en la escena. Abrí la boca, pero las palabras me fallaron y terminé aceptando su ayuda de buena gana. El terror todavía reptaba por mi piel provocándome escalofríos. No podía ver otra cosa que a Elijah apuñalado jadeando de dolor. ¿Cómo un momento aparentemente inocente, en el que volvíamos a casa igual que cualquier otro día, había terminado así?

Traté de serenarme durante el rato que nos llevó atravesar el pueblo en dirección a la clínica. Sin embargo, mi patético intento perdió fuerza cuando miré abajo y descubrí una de mis manos manchadas de sangre. Rebusqué en la guantera casi frenéticamente hasta encontrar el frasco de alcohol en gel que mamá siempre guardaba. Me froté hasta que el rojo desapareció y pude volver a respirar. Una sucesión de tiendas y pequeños edificios se dibujaba afuera del coche. Hice un esfuerzo para concentrarme en ello mientras rezaba para que mi hermanito estuviera a salvo.

☀☀☀☀☀☀

—Ten.

Alcé la mirada y noté que Goyle me ofrecía un vaso de humeante té.

—Gracias.

—¿Has sabido algo? —inquirió tomando asiento a mi lado.

—La doctora dijo que el cuchillo no perforó ningún órgano vital. Ahora lo están suturando. Tendrá que quedarse en observación toda la noche, probablemente también mañana. —Envolví la taza con ambas manos tratando de retener el calor que expedía—. La policía está en camino. Necesitan una declaración. Mamá los llamó.

—¿Qué fue lo que pasó?

Observé mis tenis blancos, temerosa de revivir la parte más caótica de mi noche. Un cubito de hielo se me atascó en la garganta impidiéndome hablar. Luché con las palabras y con el acto reflejo de escapar para no enfrentar la realidad. Había perfeccionado el sutil arte de la evasión con los años, pero no parecía que esta vez fuera a tener éxito. Yo sabía que Goyle se merecía más que eso. No tenía ninguna obligación conmigo, una extraña con quien más temprano intercambió contadas frases. Aún así, rehusó dejarme tirada y condujo una camioneta desconocida a través de Hampton para traerme al único lugar donde podrían atender a Elijah. Jamás sería capaz de alejar la mirada y decirle que prefería evitar las preguntas. Se sentía incorrecto hacerlo. Por lo tanto, cogí valor y le conté parte de lo que fue el ataque. Obvié algunos detalles incómodos, claro, como las razones ocultas detrás de la visita de Jhonny.

Goyle maldijo en ruso.

—¿Cómo pudo hacerle eso a un chico inocente, a ti? —Juró por lo bajo de nuevo—. Alguien debería meterle un balazo en la cabeza.

Miradas al Sol (Destinados II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora