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NATHALIE


Suaves.

Sus labios eran suaves y firmes. Conocedores y exigentes. Cálidos y osados. Eran una mezcla de cosas que podía y no podía identificar, como si estuviesen moldeados de algo más que simple naturaleza humana. Me hicieron querer aferrarme a su cuerpo para alimentar el fuego que amenazaba con devorarnos. Me sedujeron y cautivaron de tal modo que casi olvidé quién era o dónde estaba.

En la seguridad de mi siempre disparatada mente, supe que esto no sería suficiente para calmarnos. Nuestra atracción había sobrevivido al desagrado mutuo, la confrontación y la negación. Parecía poco probable que se detuviera ahora que rebasábamos un nuevo límite. Sin planearlo, volvíamos al punto de partida, ese donde nos habíamos quedado años atrás por causa de un montón de malas decisiones que, con el tiempo, dejaron de importar.

No quería pensar en el pasado o en lo aterradoramente diferente que éramos después de seis años. Besar a Cameron se sentía demasiado bien para arruinarlo sacando a flote viejos reproches. Así que, en lugar de dar marcha atrás, envolví su cuello con los brazos e impulsé mis pies de puntillas para acercarlo más. La suavidad de mi pecho se amoldó a la solidez del suyo y me descubrí ahogando un jadeo por lo bien que se sintió el contacto. Mis dedos exploraron por cuenta propia, hundièndose en el sedoso cabello recortado que había visto crecer durante las últimas semanas.

Lejos de quedarse en mi cintura, sus manos marcaron un ritmo menos recatado mientras nuestro beso nos empujaba al borde de los gemidos y las respiraciones entrecortadas. Más que pedir, su lengua exigió la entrada a mi boca moviéndose, experta y al mismo tiempo perezosa, contra la mía. No le negué nada. No dejé de seguirle el paso en lo que sea que estuviéramos haciendo. A fin de cuentas, yo también estaba cansada de fingir que podía controlarme.

Su boca me consumió, me bebió. No era del tipo tímido, pero una parte de mí podría haberse sonrojado por la manera en que estaba siendo besada. Cameron dejó escapar un gruñido bajo cuando enterré los dientes en su labio inferior y, viendo lo mucho que le gustaba, lo hice de nuevo con un poco más de fuerza. Sus palmas descendieron hacia mis caderas siguiendo el camino hasta mi trasero, donde se anclaron firmemente para mostrarme el efecto de nuestro deseo. De inmediato, sentí su erección presionando contra mi vientre. Las sensaciones se acumularon allí provocándome un hormigueo de placer que pronto avanzó a zonas más privadas de mi cuerpo.

El aliento comenzó a fallarnos, pero ninguno de los dos parecía tener intención de retroceder. Cameron jadeó brevemente contra mis labios antes de retomar el asalto; su necesidad tornándose salvaje a medida que guiaba nuestros pasos en retroceso hacia la barra de desayuno. En lugar de subirme a la superficie, como pensé que haría, sus brazos me dieron vuelta, de modo que ahora mis manos sujetaban el borde.

—Arquea la espalda —la voz ronca y varonil envió una corriente a través de mi columna.

Hice lo que me pedía, más por instinto que por el mero hecho de complacerlo. Cameron usó una pierna para persuadirme de separar las mías. Su dura longitud presionó contra mi espalda baja mientras lo sentía enrollar mi coleta alrededor de su mano. Dio un jaloncito firme que seguí de buena gana. Mi cuello quedó expuesto y él no tardó en aprovecharse de mi vulnerabilidad. Su boca trazó una línea sinuosa sobre el arco de mi hombro. Mordisqueó, succionó y lamió mi piel dejando una estela de electricidad en el camino. Apreté los puños contra la encimera y cerré los ojos, absorbiendo su tacto como si fuera algo que necesitara para sobrevivir.

Cameron emitió un suspiro bajo de apreciación. Su mano libre apartó la tira de mi camiseta y la correa de mi sostén. Ladeé la cabeza dándole mejor acceso a sus labios. Él no dejó ningún espacio de piel expuesta sin besar hasta que, finalmente, su boca me reclamó nuevamente. Dejé que me explorara, tocara mis pechos y afianzara el agarre en mi coleta, pero cuando su palma se movió entre mis piernas sentí el habitual cúmulo de nervios estallando dentro de mí.

Miradas al Sol (Destinados II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora