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NATHALIE


—¿Cameron lo sabe? —preguntó el doctor Rieu.

Dejé escapar una profunda exhalación.

—No —respondí—. He pensado que tal vez se sentiría culpable si llega a escuchar la historia. No quiero eso. Tuvimos una fea pelea, sí, pero fui yo la que tomó decisiones estúpidas. Si no hubiera bebido tanto, si no hubiera provocado a desconocidos al azar, si solo hubiera sido más cuidadosa, entonces... —dejé la frase inacabada.

—¿Qué? —inquirió Rieu en tono suave—. ¿Qué crees que habría pasado?

—Seguramente no hubiera terminado en esa habitación. Ese hombre pensó que yo estaba dispuesta porque fue lo que le mostré. Tuve la oportunidad de retroceder antes de que me llevara al dormitorio, pero no lo hice. Cuando lo besé, se sintió genial y, por un minuto, pensé que estaría bien si nos acostábamos. Después de todo, era una chica soltera y el sexo con un extraño era algo que había pasado por mi mente desde antes de conocer a Cameron. Tomando en cuenta lo mal que salió nuestro encuentro, daba igual si elegía a alguien más para hacerlo.

—¿Cuándo empezaste a dudar?

Retorcí las manos en mi regazo.

—No sé. Hay cosas que no recuerdo bien. Su cara, por ejemplo. Todo es borroso en ciertas partes y demasiado brillante en otras. Es como mirar a través de un vidrio empañado. —Tragué—. Recuerdo que estábamos en el sillón y él me preguntó si quería acompañarlo a la habitación. Debí decir que sí, porque fue adonde me llevó.

—¿Es probable que hubiera algo en el agua que te ofreció?

—Quizá, aunque no cambia nada, ¿o sí? Quiero decir, yo bebí. Debería haberlo pensado mejor, pero estaba demasiado ida para ser inteligente. Había tomado y fumado y coqueteado con toda clase de gente.

—¿Significa que tu castigo por actuar como cualquier chica joven era ser violada?

—No lo diga así.

—Es como piensas de ti misma. ¿Me equivoco?

No respondí.

—Dijiste claramente que no —prosiguió—. Luchaste, gritaste y te opusiste por una razón. El problema no es que fueras incomprendida, el problema es que estabas frente a un depredador. ¿Y cómo podrías haberlo sabido? Las personas con los corazones más negros no siempre muestran lo que en realidad son. A veces engañan; te hacen reir y creer que puedes confiar. Exhiben su lado amable solo para aprovecharse de tu bondad. Luego, todo cambia y te das cuenta de que son monstruos disfrazados. Casi puedo asegurar que él estaba de cacería esa noche, observando desde lejos quién podía servirle de distracción.

—Y fui yo —concluí con una sonrisa amarga.

—Hay cosas contra las que, lamentablemente, no podemos luchar.

—Pero sí evitar —rebatí—. Y no lo hice.

Rieu cerró el cuaderno recubierto en cuero y, con la voz calmada de siempre, dijo:

—Nathalie, hablamos de dominación, de un nivel de fuerza física superior. No le costó someterte porque eras pequeña en comparación y porque te encontrabas en un estado de absoluta vulnerabilidad. Alguien que está bajo los efectos del alcohol u otras sustancias no suele pensar coherentemente. Es una reacción química. Los sentidos se alteran y es difícil concentrarse. No creo que ninguna persona hubiera podido defenderse en las mismas circunstancias, sobre todo frente a alguien con el doble de su tamaño.

Miradas al Sol (Destinados II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora