NATHALIE
Me detuve frente al espejo de cuerpo entero para admirar la tercera combinación de ropa que me probaba en los últimos veinte minutos. El vestido era ceñido, de un intenso tono púrpura que casi pasaba por negro. Arrugué la cara y me pasé la prenda por encima de la cabeza antes de lanzarla a la creciente pila sobre la cama. Agradecía que el proceso para elegir ropa interior fuera más fácil. Cualquier cosa negra con encaje funcionaba, era el color predilecto en conjuntos de tangas y sostenes como el que llevaba puesto.
Give me love sonaba desde la sala. Tarareando, caminé hacia el armario y hurgué entre las camisas, pantalones y vestidos colgados. Hacía tiempo que no me dedicaba tan pacientemente a la tarea de buscar lo que usaría en una noche de copas. Honestamente, no recordaba la última vez que me había dado una vuelta por el bar, de modo que lo estaba disfrutando. La tarde libre, lejos de Mochee's y el sinfín de obligaciones que nos esperaban, me había sentado de maravilla. También había incrementado mis niveles de ansiedad por el inminente encuentro con Cameron, pero esperaba poder manejarlo.
Deslicé la puerta corrediza del ropero y tanteé entre las prendas hasta dar con un par de vaqueros negros de cinturilla alta. Los combiné con una holgada camisa azul de tela traslúcida y unos botines de tacón medio. De vuelta frente al espejo, observé el resultado y asentí con satisfacción. Pasé los siguientes minutos devolviendo la ropa a su lugar y haciendo la cama, que hasta ahora seguía siendo un lío de sábanas. No quería que mi invitado encontrara el apartamento (y especialmente mi habitación) convertidos en una maraña de objetos desperdigados por todos lados. El desorden no era sexy cuando estabas a punto de tener sexo.
Frené el paso en medio del dormitorio. Ese último pensamiento se quedó rebotando en mi cabeza como una pelota de pin pong. Oh por Dios, iba a pasar la noche con Cameron. Lo había invitado al bar y planeaba invitarlo también a casa, lo cual significaba que terminaríamos revolcándonos. Froté mis palmas húmedas contra mi pantalón, desde ya sintiendo cómo las garras de la ansiedad se clavaban en mi pecho.
Tragos. Los tragos me vendrían bien antes de avanzar hacia cualquier situación caliente. Esto se trataba de relajarme y pasarla genial con un tipo que estaba más bueno que las magdalenas de Mochee's. No podía entrar en modo espanto cuando aún quedaban algunas horas para encontrarme con él. De hecho, no podía espantarme bajo ninguna circunstancia. La casa estaba limpia, la cama estaba hecha, mis bragas eran nuevas y había afeitado las zonas estratégicas de mi cuerpo que lo requerían.
Con una renovada y vigorizante determinación, retomé el camino a través de la habitación para terminar de arreglarme. Froté mi cabello húmedo con una toalla y luego tomé lugar frente al tocador con el cepillo y el secador en mano. Emely llegó a casa justo cuando le daba los toques finales a mis recién estrenadas ondas.
—Muévete, Natt. Estoy muriéndome de hambre —se quejó al tiempo que tomaba asiento en la cama.
—Creí que Victor y Shannon te llevarían.
—Les dije que se adelantaran para conseguir lugar. El bar estará repleto hoy.
—Ya, bien.
Emely llenó el silencio con comentarios sobre mi cabello demasiado-salvaje-para-una-simple-noche-de-borrachera. Yo mantuve en secreto las verdaderas razones por las que estaba poniendo empeño en arreglarme. En lugar de intentar sacarme información, mi prima hizo lo mismo de siempre: saqueó mi clóset. Reemplazó su camisa de mangas por una de delicado encaje rosa que, estaba segura, no volvería a ver.
Después aplicarme delineador y darle volumen a mis labios con un bonito tono rosa pálido, por fin estuvimos listas para dejar el apartamento. Emely me advirtió que me congelaría sin un abrigo. No pensé que hablaba en serio hasta que estuvimos varias cuadras lejos del apartamento y sentí el frío de principios de otoño filtrándose bajo mi piel.
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Miradas al Sol (Destinados II)
RomanceNathalie Everett cree en el amor. El único problema es que no ha tenido suerte encontrando un tipo decente con quien experimentarlo, o al menos uno que no se hurgue la nariz en plena cena. Cameron Holt no cree en el romance. Hay demasiado en juego...