20

4.2K 692 539
                                    

NATHALIE


No tuve màs remedio que contarle al doctor Rieu sobre Cameron. Digo, era mi terapeuta. Esconderle mis andanzas con el hombre que me gustaba no tenía lógica, especialmente cuando el objetivo seguía siendo superar mi pánico sexual. Sabía que no era muy inteligente mantener una relación de contacto físico con alguien mientras estaba en recuperación, pero resultaba casi imposible contenerme frente al Espantapájaros. De alguna manera, había empezado a sentirme a salvo en su compañía. Era raro experimentar tal nivel de comodidad cerca del tipo que prefería los silencios sobre cualquier conversación.

Bueno, eso último no era del todo cierto ahora que pasábamos más tiempo juntos. A veces, mientras hacíamos el recorrido hacia mi departamento en su motocicleta, Cameron tomaba la iniciativa de abrir una charla. Puede que no fuera el lugar más indicado para hablar, pero lo aprovechábamos bien. Hasta que el tema decaía o decidíamos dejarlo y saltar directamente a la parte donde nos besábamos.

No había vuelto a entrar a mi departamento desde la noche del vibrador (en la que casi creí que moriría de combustión espontánea). Por la forma en que me miraba, estaba segura de que las ganas no le faltaban. Lo único que le había impedido aceptar mi entusiasta oferta de pasar el rato en casa, era mi más que evidente cara de cansancio. Prácticamente me arrastraba cada día por las escaleras hacia mi departamento, donde terminaba colapsando en el sofá de la sala.

Él parecía entender. Ni una vez intentó persuadirme de cambiar de opinión. Si acaso, me alentaba a meter el trasero en la cama y dormir un poco. Decía que le daban ganas de bostezar con solo echarme un vistazo. No podía llevarle la contraria. Mis niveles de energía apestaban estos días. En mi fuero interno, agradecía haber tenido una oportunidad no planeada de manosearnos después de nuestra guerra de lodo. No creo que, con mis horarios laborales y sus largas jornadas frente al ordenador, hubiéramos tenido mejor chance de avanzar en nuestro juego.

Unos días más tarde, todavía soñaba despierta con su boca y sus manos. No estoy segura de adónde habríamos llegado si Kelly no hubiera aparecido de repente. En ese momento, me costaba reconocerme a mí misma, rogando por algo que no había sentido desde hacía tiempo y que ahora me abrasaba como el fuego de una hoguera.

—¿Cómo te sentiste? —preguntó Rieu al tiempo que tomaba una nota rápida de mi respuesta anterior.

—A gusto, claro.

—Me gustaría que fueras más específica. Que trataras de analizar lo que fue para ti estar allí, con él.

—No se ofenda, pero es raro hablarlo con un hombre.

—Soy tu terapeuta y esta es nuestra quinta sesión. Hemos tocado temas más personales, como tu curiosidad por el sexo anal.

Me rasqué la nuca.

—Ah, sí. Eso.

—No debería ser un problema hablar de ti y Cameron.

—Ya le dije lo que hemos estado haciendo.

—No sobre cómo te has sentido al ser tocada. Es importante profundizar en tus sentimientos.

Suspiré y entrelacé las manos en mi regazo. El doctor Rieu esperó pacientemente, igual que siempre. Llevaba el cabello gris bien peinado y su ropa se componía de mocasines, pantalones de lino y una camisa azul claro. Sus ojos, comprensivos e inteligentes, se mantenían a la expectativa de mi respuesta. Era otro gesto común durante nuestras sesiones.

—Cada vez se hace más fácil —admití, después de un minuto o dos—. Él es amable y cuidadoso cuando estamos en lo nuestro, como si pudiera leer mis reacciones sin problema. Es raro viendo lo tosco que puede ser en otras situaciones. Me parece que ha tenido problemas en el pasado. Creo que algo mató su interés por relacionarse con gente y, más específicamente, con mujeres. No sabe cómo enfrentar el hecho de que le gusto y me desea. Está intentando descifrarlo. Debe ser difícil para alguien tan solitario.

Miradas al Sol (Destinados II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora