Cap. 49 El Castigo De Ahome

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-Esperaba que me dejaras, pero no por esa razón. Esperaba que ahora que Inuyasha había encontrado a Kikyo te desharias de mí, que ya no te servía como venganza, que me desecharías simplemente porque ya no tenía ningun caso seguir fingiendo conmigo solamente por herir a tu hermano. Y sobre Bankotsu yo no siento otra cosa por él más que agradecimiento y estimación. Veo que es muy fácil que tú pienses mal de mí, lo mejor es terminar con esta situación. Te agradezco todo lo que haz hecho tanto por mis amigos como por mí pero lo mejor es que sigamos nuestros propios caminos. Te devolveré las armas que me diste, no puedo conservarlas...- ella ya se encontraba de pié con su mochila en la mano, giró con la intención de encontrar sola el campamento en donde se ubicaban sus amigos.

-¿Tan fácil te es dar la vuelta? Pensé que yo era importante para ti - escuchó Ahome cuando estaba por adentrarse al bosque. Giró de nuevo para que al responder sus miradas estuvieran conectadas de alguna forma y viera a través de sus ojos que no mentía.

-Yo también pensé que era importante para ti, pero solamente fui tu maldito juego, una más en tu vida. - antes de que pudiera girarse de nuevo fue aprisionada contra un árbol por Sesshomaru.

-Tú eres importante para mí Ahome, eres más importante que el aire para respirar ¿no lo entiendes? ¿No puedes ver que me moría de miedo de que te hicieran algo cuando te secuestraron? Sentí morirme cuando escuché a uno de esos asquerosos cadáveres decir que un bastado intentó tocarte y que no fui yo quien te rescató, quería matarlo y me odiaba por no haberte llevado conmigo a cazar y descuidarte, porque si yo no hubiera cometido ese error no te habrían separado nunca de mí, y cuando por fin te encontré ¿qué hiciste? Estabas con ese idiota, lo defendiste y hasta me retaste. - todo lo dijo Sesshomaru a milímetros del rostro de la chica.

-Perdón - susurró Ahome, la verdad era que no se había puesto a pensar en todo esto que le exponía el ambarino. Ahora en su ser no existía otra cosa más que la culpa.

-No Ahome, con un "perdón" no te librarás de tu castigo. - la giró dejandola a espaldas de él y de frente al gran tronco, comenzó a besar su cuello con euforia y a tallar su creciente miembro entre las nalgas de la chica, quería hacerle saber que el deseo que ella creía muerto era más fuerte que nunca. Ella inició a soltar pequeños gemidos cuando él rasgó su blusa y el sostén, sin perder tiempo comenzó a amasar esos suaves y exquisitos montes - Hoy vas a aprender algo nuevo ca-ri-ño. - dijo con esa ronca voz tan sensual sobre su oído que podía sentir como sus piernas perdían fuerzas.

-Sessho...maru... deten... detente. - se sentía tan agitada por la excitación que le costaba artícular la frase completa.

-¿En serio quieres que me detenga Ahome? ¿Entonces porque tu cuerpo me dice todo lo contrario? ¿Entonces porque tu coño responde a mí? - dijo bajando la mano hasta por debajo de la falda de la chica y frotando sus dedos entre los labios vaginales, su ropa interior ya estaba mojada - Oh cariño no te mientas, estás tan húmeda solamente por mí. - Sesshomaru con una de sus garras estiró la estorbosa ropa interior y la rompió por la mitad quedando sostenida al cuerpo de la chica solamente por el resorte en su cadera.

Con cuidado de no lastimarla siguió frotando entre sus pliegues, Ahome no paraba de gemir en ningún momento, deseaba tanto que en el Monte de las Animas cuando la encontró la tomará y se la llevara lejos solamente para hacerle sentir todo ese placer que sentía en ese instante.

-N... no par... es por favor... no pares- pedía la joven completamente perdida ante la pasión que ese hombre despertaba en ella.

-Así es Ahome, no deseas que pare porque tu cuerpo me pertenece, tu cuerpo, tu alma, tu corazón y tu mente son solamente míos ¿lo entiendes cariño? - ese hombre era la lujuria hecha demonio, el más guapo y sexy demonio. Ahome ya no podía hablar, se limitaba a asentir mientras jadeaba con el vaivén frenético de dos largos dedos invasores en su estrecha y húmeda entrada. - dímelo Ahome, dime que lo sabes, dime ¿quién es el dueño de tu vida?

El olor de tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora