Capítulo 21.

952 132 74
                                    

La cena en el restaurante de comida japonesa fue bastante agradable. Aunque Felix no comió la gran cosa, disfrutó la compañía de Chan y la oportunidad de poder verlo con el ánimo un poco más en alto a comparación de la última vez.

Cuando salieron de aquel sitio, el pecoso le pidió tímidamente un favor al otro australiano. Quería conseguir algo para una de sus hermanas en una tienda de regalos que, según él y lo que recordaba acerca de esa parte de la ciudad, no quedaba muy lejos de ahí. El mayor aceptó acompañarlo con gusto. En realidad, Felix no necesitaba buscar ni una sola cosa, pero cualquier excusa para pasar más tiempo con Chan le venía bien, por lo que no vio nada malo en aprovechar que ya estaban juntos.

La mejor parte era que Felix no tenía un paraguas, pero Chan sí. Compartir algo así con el mayor le parecía hasta romántico.

—Está bien. Sé que dije que te acompañaría, y no pienso retirarlo o cambiar de opinión, pero debo admitir que me parece extraño que quieras ir a conseguir un regalo ahora mismo. Es tarde, sigue lloviendo... ¿Sabes siquiera si la tienda aún está abierta?

—Lo siento, es que me es un poco urgente conseguir esto que te digo para Rachel —contestó Felix—. No está muy lejos, lo juro. Y no me tardaré más de cinco minutos en la tienda.

Caminaron en lo que al mayor le parecieron círculos durante más o menos un cuarto de hora. El rubio no dejaba de inventar cosas como "¡La tienda que busco debe estar por aquí!" o "Ya no puede estar tan lejos", a pesar de que se veía un tanto cansado y de que no dejaba de temblar porque la temperatura seguía bajando y él sólo llevaba un suéter ligero encima de su ropa.

—Felix, ¿cuál es el nombre de la tienda que estás buscando? —El castaño dejó de caminar y sacó su teléfono celular—. Buscaré la dirección.

—Ah... No puedo recordar el nombre en este instante —comentó con cierto tono nervioso asomándose en su voz—. Lo tenía anotado en mi teléfono, pero se quedó sin batería y... Ah... ¡Una puerta roja! Recuerdo que la tienda tiene una puerta roja, sí.

—Se está haciendo cada vez más tarde. Deberías dejar la búsqueda para después y explicarle la situación a tu hermana —le dijo con voz tranquila para hacerle saber que no estaba molesto—. ¿Vendrán por ti? Mi teléfono aún tiene batería, por si quieres llamar a alguien... —Le ofreció.

—N-no conozco el número. No de memoria —confesó un poco avergonzado—. No puedo llamar a nadie...

—Oh. Entonces, ¿regresarás a tu casa en taxi?

—No traje efectivo —suspiró—. Salí de mi casa con tanta prisa que sólo agarré la tarjeta que mi papi me deja usar, la que saqué en el restaurante.

La lluvia comenzó a caer con mayor intensidad y Felix se abrazó a sí mismo de inmediato. Chan sacó su billetera y contó rápidamente el dinero que tenía disponible.

—Primero necesitamos un lugar cálido para pensar qué hacer. ¿Te gustaría ir a mi casa?

—¿E-en serio? —Una sonrisa se fue extendiendo por sus labios poco a poco—. ¿Me estás invitando a tu casa?

—Sí. Si caminamos un poco hacia la plaza, podremos llegar a la parada de autobuses y...

—¡¿La parada de autobuses?! —Lo interrumpió al instante—. ¿Estás loco, hyung? No pienso usar el transporte público —se quejó—. ¡Jamás!

El castaño comprendía hasta cierto punto que Felix estaba acostumbrado a ciertos lujos. Suspiró y volvió a contar el dinero dentro de su billetera, revisando después en su celular cuánto costaría un viaje en carro hasta su casa, usando una aplicación.

Lo suficientemente bueno [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora