Trece.

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Veintiséis.

Abrir los ojos era más fácil si sabía que Dulce estaría viéndome, sonriente, con el ojo azul entre abierto por estar cerca de la almohada y el marrón destellando cariño. Cuando en cambio vi un ojo violeta seguido de uno azul obscuro, mi estómago envió ácido a mi boca.

—Al fin despiertas, Cala querida.

Intenté moverme: mis manos estaban sobre mí, encerradas en placas de acero. Mis pies ni siquiera tocaban el piso.

—Sabes que me gusta dormir hasta tarde.

Sonrió y casi pude ver cariño en ella. Frotaba su bastón lentamente, deliberando qué hacer.

—Sabía que Astera estaba empezando a romperse, pero no a tal punto de querer traicionarme así. Enviar a un grupo de escuálidas brujas —se rio—. No puedo creerlo.

—Tiene miedo, supongo que sabes qué es eso.

Sus ojos fueron del suelo hasta mis ojos.

—Claro que lo sé. Lo sé tan bien que fue el miedo el que me hizo huir de la cabaña.

—Y nunca volviste —acusé.

—No tenía razones para volver. Cuando oí los rumores de que una tal Fingerhut curó el Bosque Rosa, di por hecho que también te habías ido.

—Tu madre no lo permitió.

—Tan quebrada como siempre —ayudada por el bastón bajo mi quijada, levantó mi rostro—. ¿Dónde está ella?

—Enterrada unos palmos debajo de la tierra.

Se volvió pálida y vi un atisbo de tristeza caer de sus ojos, mismos que mataron un último asomo de simpatía.

—Dejaste de alimentarla.

—Ella me lo pidió. Después de conocer a Dulce, le pareció ofensivo hacerlo. 

—¿Dulce?

—Tu hija, cerebro de hortensia.

Como regaño, presionó el bastón en mi cuello. Me reí.

—Adelante, golpéame, ahórcame, reviéntame los huesos. Conozco cada sensación, me he habituado al dolor. Creo que ya has de saberlo.

Frunciendo el ceño, dio un pequeño golpecito y volvió a bajarlo.

—Así que madre se sacrificó por mi niña. No me sorprende, cerbera es conocida como "la flor del suicidio" ¿No es así?

—Tú lo sabrás mejor, eres su hija.

—¡Y por ser su hija es que estoy aquí!

—¿Qué tiene ella que ver con las atrocidades que has hecho?

Dio un paso atrás y miró las paredes, aburrida.

—Madre siempre quiso un ser que fuese ajeno a la magia, que la repeliera, pero capaz de entenderse con La Naturaleza y tener sus favores.

Se alejó de mí, caminando y acariciando las cabezas de las criaturas que colgaban en las paredes.

—Eso lo sé.

—Experimentó con hermanos que nunca conocí.

—Lo sé.

—E iba a experimentar conmigo apenas yo cumpliera los veinte años.

Aparté la mirada de su silueta. Las noches en donde ella lloraba desesperada de miedo volvieron a mi memoria.

—Lo recuerdo.

Se volvió a verme. Una mirada furiosa, vacía de emociones pacíficas.

—Y ni un dedo moviste.

—No te vi defendiéndome cada vez que me flagelaba.

Abrió la boca, luego la cerró.

—Madre hacía todo mal y yo lo sabía. Hablar me mataría prematuramente, así que una vez me fui, encontré una solución.

Se me heló la sangre.

—Al usar adultos no llegaría a nada, así que los niños con magia en las venas ayudarían con un buen avance. Intenté tantas veces —suspiró, como si el recuerdo la cansara—, culpé siempre a los hombres con los que me uní, todos tan perfectos pero vacíos de magia.

—Hablas como si no lo hubiese disfrutado.

Soltó una risa, casi infantil.

—Divertido, sí, placentero... —se volvió a reír—, por algo paso mi tiempo de ocio con mujeres.

—Información completamente innecesaria, muchas gracias.

—Sé que no te atraen los hombres tanto como a mí, no te pierdes de mucho —me sonrió, como lo hacía cuando decía algo en broma—. Un caballero del reino vecino, bendecido por un hada en su nacimiento, aportó mucho cuando di a luz a Astera. Encontré después un grupo de piratas, agradables a su manera. Uno de ellos afirmaba poseer secretos de un mar lejano. Tal vez fue su inigualable habilidad de cortejo o la magia que poseía que me atrajo lo suficiente como para... bueno, ya sabes.

—Y de esa unión nació Dulce.

—Mi joven Galia —corrigió—, ese es su nombre. Era perfecta. Mi pequeña bestia. No hubo un conjuro que ella no soportara y si no lo hacía, se adaptaba. Era escurridiza ¡Madre de las Noches y Estrellas del Cielo! Se me escapó tres veces antes de que se perdiera por completo. La busqué años incluso después de encontrar otro mago y dar a luz a Dalia —hizo una mueca—, tan desastrosa como su padre. Pero ya me hastié de los hombres. Astera tiene mi siguiente criatura y la hija de la condesa será otra adquisición apenas tenga a mi querida Galia de vuelta.

—Eres igual a Cerbera —acusé.

—No hables de pecados cuando hemos cometido los mismos.

—Lo que nos hace diferentes, Agatha, es que yo sufrí haciéndolo. Cerbera lo disfrutaba yparece que tú igual.

Se quedó quieta. Sus hombros temblaron en lo que creí sería su arrepentimiento, pero una risa vuelta eco en las paredes indicó lo contario.

—¡Eso era lo que amaba tanto de ti! ¡Oh bella Cala! ¡Oh preciosa rosa! ¡Sensata y directa! ¡Nunca te equivocas al hablar! ¡Conoces tan bien la forma en la que se mueven las Brujas de la Niebla! —Detuvo su risa para verme con ojos agudos y severos—. Disfrutamos el sufrimiento ajeno ¡Llena de vida! ¡Cada grito es un soplo que recuerda que hay dolor! ¡El llanto la presencia de la felicidad efímera! ¡Las pieles en nuestras manos nos acercan al cuerpo!

Se detuvo de pronto, acercándose a mí y colocando cuidadosamente una mano en mi pecho.

—Las brujas pecamos de curiosas y yo siempre tuve curiosidad... —Con la lengua fuera de su boca, acercó la cara a los botones de mi camisa— ¿Qué haría yo si poseyera tu piel?

—Eso depende de qué forma la quieres —me estremecí, incómoda.

—La deseé tanto, es una lástima que no pueda tocarte.

Sin poder responder, la única puerta que estaba en la habitación se abrió de golpe.

—¡Luther! Mi pequeño juguetón ¿Te encargaste de esas brujas mal educadas?

—¿Qué les hiciste?

—¿Qué has visto? —me ignoró, aun hablando con la criatura.

La criatura gruñó un tiempo. No podía ver la expresión de Agatha ya que estaba volteada, supe que algo iba mal cuando ella volvió a reírse.

—Parece que tendremos... una reunión familiar.

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Y así, mis pequeñas cebras, inicia el maratón y la recta final.

Dulce BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora