Nueve en la habitación.

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Nueve

Para las brujas, La Naturaleza nunca ha sido un "qué", sino un "quién" es el ente que respetan y rinden culto porque es quien da la magia a cada una y eso no es algo que se tome a la ligera, pues La Naturaleza es una celosa vengativa: permite que la utilices, pero mientras más sea el bien que hagas, mayor será el castigo que te dará, ya que, soberbia y orgullosa, es la única que quiere hacer el bien. Por eso, cuando pactamos con ella, nos da lo que las brujas llaman "La Maldición Perpetua". Un castigo que nos quita un rasgo humano desde el primer día en el que ofrecemos nuestro sigilo hasta el lejano día de nuestra muerte.

El Acuerdo Negro es similar, con la diferencia de que es temporal y, por ende, no afecta del todo al cuerpo salvo por la coloración negruzca de los ojos y la nula necesidad de un sigilo.

Eso es lo primero que te enseñan como aprendiz.

Abrí los ojos muy lentamente, creí por un momento que había quedado ciega, hasta que reconocí el dosel de mi cama corrido. Estaba acostada, con mis ropas de dormir puestas y un murmullo cercano despertándome poco a poco.

-Todo apunta a lo mismo -oí la voz arrastrada de Retama-. La Señora Nahali ha hecho el Acuerdo Negro. Asco.

-Pero es imposible -dijo una segunda voz, la de la Señorita Sofía-. Nali nunca ha sido del tipo que haga hechicería. O al menos que haya hablado de hacerlo.

-Es poco probable, pero no imposible, Excelencia -explicó Iris.

-Si, como nos dicen, ustedes ven sus ojos azules y nosotras, portadoras de magia, los vemos negros, es más que seguro que ese sea el caso -Cala habló.

-¿Dónde está Sahana en este momento? -preguntó Martha, alarmada.

-Está con su Excelencia Sarah -contestó Dalia-. La Señorita Nahali está con ellas.

-Mi familiar, Noche y Lulú están vigilándolas ahora mismo -explicó Faustina.

-Ambas están a salvo -confirmó Cala-. El Conde no anda lejos también -calmó.

Oí que rascaban la puerta y todas hicieron silencio.

-Es Deux -dijo Iris.

Varias sillas se movieron y la puerta se abrió y cerró, luego otro silencio en el que solo los suaves maullidos de Deux se oyeron. Conté las voces en mi cabeza más el familiar y yo: nueve, éramos nueve en la habitación y ninguna se estaba moviendo para ir a por la Señora y alejarla de esa mujer.

-Encontró un libro en su habitación -confirmó Iris.

-Encárgate de recuperarlo -ordenó Cala-. Faustina, necesito que se corra el rumor de que la Señora Sahana va a dar un paseo en el jardín por la mañana. Retama, por favor, avisa a los guardias que nos encuentren ahí junto con el Conde. Excelencias, manténganse alejadas, sin levantar ninguna sospecha. -Hubo un silencio bastante largo-. Dalia... espérame en la entrada mañana a las once en punto... ¿Preguntas? -No dijeron nada-. Bien, salgan de aquí antes de que Dulce despierte.

Varias sillas se movieron y el murmullo de pasos indicó el vaciado de la habitación en poco tiempo. Me quedé callada, con los ojos semiabiertos y el cuerpo regresando a ser funcional. La cortina se abrió lentamente y Cala apareció del otro lado.

-¿Cómo te sientes? -preguntó, con una voz muy suave y una gota de culpa.

-Hambrienta -dije ronca.

-Entonces estás bien -sonrió.

Abrió de par en par las cortinas. Movió la mano hacia una mesa que tenía varios platos y cada uno levitó hasta mí. Me senté, bastante acalambrada y los platos bajaron a mi regazo. No lo pensé dos veces y empecé a comer.

Dulce BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora