Cinco símbolos.

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Cinco

Desde que llegamos a la cabaña, hasta que fue hora de cenar, estuve demasiado contenta como para decirle a Charlie la travesura que Cala le había hecho a Dalia. Me la pasé preguntándome cómo sería la comida en Palacio, las flores y las camas ¡Hortensias! Las camas. Seguramente eran lo suficientemente grandes como para que tres personas se acostaran en ellas ¿Qué tan suaves serán? ¿Me hundiré en las mantas? Seguro todas las mantas son moradas y rojas.

—Gatita, te estoy hablando.

Charlie, muy groseramente, me sacó de mi introspección de camas y comida.

—¿Qué quieres?

—Tenemos una conversación pendiente ¿Lo olvidas?

—Ah... eso... acompáñame afuera —invité.

Lulú retozaba en un pedestal de madera hecho solo para ella, vigilando la noche en caso de que cualquier intruso se acercara. Charlie y yo nos quedamos cerca del pozo, relajados por los sonidos distantes y nocturnos. Conversamos un rato, recordando, entre risas, aquella vez que nos escabullimos de los ojos de Lulú y de Cala para ver a los espíritus nocturnos y terminamos siendo perseguidos por un ojáncanu casi toda la noche. Cala nos regañó casi dos días seguidos.

—¿Y bien? ¿Qué pasó? —preguntó Charlie, luego de terminar de reírse.

Me tomó un tiempo responder. Soplé aire caliente para que se volviera vaho. Me gustaba ver el resultado blanquecino.

—Es Cala, ya te lo he dicho.

—Claro y con eso ya sé por qué pareces liebre asustadiza cuando estás a lado de ella.

Abrí y cerré la boca varias veces, pensando en qué decirle y qué no.

—Charlie, sé sincero conmigo ¿Crees que la Maestra me vea como una niña?

Él me miró, confundido.

—¿Cómo debería verte?

—Ya sabes... yo como... mujer.

—¡Ah! —sonrió—. Estamos teniendo esa conversación otra vez.

—Me temo que sí, Charlie.

—¿Ha pasado algo últimamente?

—Nos... nos hemos besado... varias veces.

Soltó una carcajada. No se burlaba; ya le había contado tantas veces esa fantasía, que seguramente no me creía. Evité reírme y lo vi tan seria como pude.

—¿Qué? ¿En serio? —Su sonrisa se le hizo más grande—. ¿No es eso bueno?

—No lo es si ella solo me besa y luego actúa como si nada. Es como si de pronto le gustara calentarse conmigo y divertirse con mi cuerpo. —Me froté la cara—. ¿Por qué de repente es así? ¿Le divierte usarme? ¿Qué, en el nombre de La Naturaleza, está pensando?

Pensó un momento.

—Sabes que Madrina no es así con gente al azar, sobre todo por su condición venenosa y su... casi alergia a las personas. Si, como dices, ella está empezando a acercarse así a ti... —hizo un ademán de besar a alguien— tal vez sea por que de verdad te ve como mujer y tal vez le atraigas.

—Qué más quisiera yo que eso fuera real, Charlie. —Me cubrí la cara—. Solo tú y yo sabemos cuánto la quiero; de una y mil formas la quiero, pero, ¿Y si tengo razón? ¿y si ella solo busca divertirse? ¿Qué debo hacer? No podría soportar ser el objeto de juegos de alguien a quien quiero tanto.

—¿Y si soy yo el de la razón? ¿Qué podrías perder?

—La cordura —me reí—. Tu suposición suena más bonita que la mía.

Dulce BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora