18 || Nosotros, las víctimas

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11 de marzo de 2019

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11 de marzo de 2019

AREN

A veces, intentarlo no es suficiente. Hay innumerables factores que pueden jugar en contra tuya, de tus buenas intenciones, incluso de tu propia esperanza.

Así veía yo la realidad. Dónde intentas, y no es consecuente conseguir.

Aun así, no había esperado estancarme en aquella frase. Había perdido la noción del tiempo, del día pasaba a la noche; del café, a las bebidas energéticas; del cigarro, a la cachimba. Había tenido que usar folios para ordenar mis ideas.

Quizá, Aren, no los haya matado por ser tu familia. Sino, ¿qué influiría Parker en su muerte?

Maldito tío Peter.

Tenía razón. No tenía sentido alguno atacarme a mí, y amenazar a la vez a Russell. El asesinato de los Robinson tenía un doble sentido, y estaba seguro de que, en cuanto durmiese, iba a dejar de comprender lo que había escrito para intentar averiguarlo. Mi letra se había vuelto más ilegible conforme tachaba cada teoría que se me ocurría.

La Parca podía pensar que estábamos enamorados. Descartada, no había manera de creerse eso. La Parca podía pensar que su amenaza hacia ella me afectaría. Descartada, si ese tipo me conocía lo mínimo, sabría de mi frialdad. La Parca podía pensar que la muerte de Ben le afectaría también a ella, tras ver mi verdadera relación con él. Descartada, por rebuscada, y, además, ¿qué le iba a importar yo a Russell?

Bueno, sobre la respuesta a esa pregunta, había empezado a divagar.

Había mil más de ese estilo. Disparatadas y no tanto, y eso último lo pensaba, hasta que me perdía en los fundamentos de ellas, y las dejaba.

Estaba cansado, en todos los sentidos. Hubiera pagado por una descarga eléctrica en el cerebro, porque sentía que mis neuronas estaban en el mismo estado que una bombilla parpadeante y olvidada en el fondo de un trastero.

De repente, cual milagro, alguien les dio un golpecito que las arregló.

Yo había conocido a Russell en el jardín de esa casa.

Levanté la cabeza del escritorio. La lámpara iluminaba el área dónde estaban mis últimas anotaciones, el cenicero, repleto de cigarrillos a medio terminar, y los dos regalices que Rush no se había comido. Al tener todas las cortinas corridas, no tenía claro qué hora era. Mi teléfono estaba apagado, tirado cerca de la cama. No sería capaz de enfrentar el sol, si es que había, así que me levanté, y busqué por todos lados mi viejo despertador digital.

Al cabo de un rato, lo encontré. Marcaba las 9 y media. ¿Era lunes, o domingo?

Daba igual, tenía que hablar con Russell.

Me vestí a ciegas con ropa al azar, y antes de poner un pie afuera, me giré para apreciar mi desastre.

Había papeles por el suelo, y una mancha de bolígrafo en la alfombra. No supe por qué, eso me recordó cómo apareció el cuaderno la primera vez. Hasmot y su compañero lo habían dejado, pues en la nota había leído el mismo final del discurso satánico que le habían recitado a Parker. El par debía de ser parte de ese grupo que nos había seguido hasta la cafetería., era fácil deducirlo, compartían esa forma de hablar enrevesada.

Destiny Grove: pueblo de misteriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora