Russell se muda a Destiny Grove, un lugar despoblado por razones que desconoce, para rehacer su vida junto a su otra familia. Convencida en poder convertirse en una mejor versión de sí misma y
conseguir tranquilidad, termina chocándose de bruces co...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
18 de febrero de 2019
Lo mío no era relacionarme con las personas.
Me había costado años darme cuenta de eso. No era alguien común. Y no me caracterizaba a mí mismo cómo una persona original o poco vista, sino cómo un chico carente de amabilidad, capacidad de abrirse a otros, soportar y/o ser soportado.
Desde pequeño, había aprendido a resguardarme en mi propio silencio. Podían llegar a galardonarme por mi veteranía en levantar la cabeza y hacer caso omiso a cualquiera que se acercase, para continuar ahogándome en la insensibilidad, soledad y oscuridad que ocupaba cada aspecto de mi día a día.
No duele si no lloras, ¿verdad?
Lo curioso era que la gente se molestaba con quién no mostraba lo que sentía de la misma manera que se cabreaban con los que sí lo expresaban. Por eso, era innegable que las relaciones dónde se requiere atención al interior del otro participante son hipócritas y, por votación popular, necesarias.
—Aren.
A veces quería hacer desaparecer todo de un chasquido. O al menos la idea de que forzar el vínculo con otros humanos tendría algún efecto en mi escasa sociabilidad.
—Eh. — el doctor Willows me palmeó la pierna, devolviéndome a la realidad — Aren, ¿estás bien?
No.
—Sí. — estiré del cuello de mi camisa, extremadamente incómoda — Perfectamente.
Aquel hombre que el "juzgado" había designado para mi caso, de pelo blanco y cuerpo atrofiado, quizá por la falta de movilidad o simple enfermedad, escribió un par de frases en su libreta. Las leí al revés:
«Uso prolongado del refugio mental a modo de esquivo de las preguntas propuestas. Agilidad notoria para mentir.»
—¿Mentir? — pregunté intentando negarlo, él me miró con curiosidad y alzó el cuaderno para impedirme cotillear más sus conclusiones.
Aunque supe lo que puso después. Observador.
—Tienes vista de lince a pesar de la cantidad de graduación que usas. — la broma no me sentó bien. Su risa gutural se desvaneció, bajó la mirada y cogió el quinto pastelito de la mañana — Tus lentes parecen ser algo gruesas. Ya me entiendes.
—Tampoco es para tanto. No estoy tan ciego. Aún.
Nos sincronizamos para mirar el reloj. Era más de mediodía.
—Llevamos bastante tiempo aquí. — comentó nervioso. Eso me aseguró que yo era el paciente difícil al que no le habían enseñado a manejar en la carrera — Me gustaría que me contestases a algo más de lo que te he dicho. No puedo... Intuir lo que te pasa basándome en tus expresiones faciales.
