06 || Princesa y diablo

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14 de febrero de 2019

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14 de febrero de 2019

El amor. El mayor deseo humano. Dolor, inseguridad, tiempo perdido, recuerdos depresivos, eso era el resumen de lo que San Valentín simbolizaba, solo que se maquillaba con regalos la mayoría rojos, dos corazones unidos formando la famosa silueta, y muestras de cariño por parte de parejas a las que la flecha de Cupido les hacía efecto esas 24 horas, no más.

Algún imbécil necesitado de una persona con la que dormir había empezado a decir que se podía celebrar la amistad. Los amigos son tan insoportables como las parejas; hay que entenderse, hablar, perdonar, comportarse, respetar... El amor es algo demasiado idealizado, deseado por todos casi con necesidad, como si ese sentimiento tan caótico fuese capaz de perfeccionarnos, cuando en realidad, nos vuelve más inestables.

Prefería mi soledad si recordaba a todos los afligidos que llenaban el mundo con su vacío temporal. Aquel día me levanté del sofá de mi cuarto todavía borracho, sin nadie que me transmitiese calor o aporrease la puerta, estaba yo y... ¿Un libro?

Había perdido una lentilla, lo notaba. Me desperecé y me arrastré hasta el poyete del ventanal, dónde estaba el elemento que fallaba entre el desorden. Me sorprendí porque era el mismo que había encontrado en el jardín, y emití un sonido gutural porque mis neuronas todavía no se conectaban del todo.

«¿El chico que lo dejó se colaría para dejarlo ahí la primera vez?»

Eso tenía menos sentido conforme los segundos pasaban.

Mi obsesión con las novelas habría hecho que alguien lo subiera. Antes de hacer nada con él, me quité la otra lentilla, me puse mis horribles gafas y aparté las cortinas. Lo abrí un poco, tenía líneas, era un cuaderno grueso. No había nada en las dos primeras páginas, pero en la tercera estaba completamente llena de bolígrafo negro.

—¿Qué haces?

Di un salto del susto. Alexander estaba ahí, de brazos cruzados, con sus ojeras algo más pronunciadas que la semana pasada, y una cara menos amigable que de costumbre.

No me gustaba que tuviese peor aspecto que yo.

—¿Qué es eso? — señaló a lo que había tirado por su aparición.

—No tengo ni puta idea. — contesté ya con la respiración calmada, recogiéndolo y tirándolo al sofá para verlo luego — Buenos días.

—A la mierda tus buenos días. — se fue hacia el vestidor, salió con tres prendas y me las tiró a la cara — Vístete y aguántalos, son tu problema, no el mío, gilipollas.

—No me hables así.

—¿Por qué? Ni que fueras más maduro que yo.

—Si me dejases explicarte....

—Cállate, Aren. — cada día era más difícil mirarnos a los ojos — No tenemos de qué hablar. Baja y aguanta una de las pocas consecuencias de tus acciones.

Destiny Grove: pueblo de misteriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora