8 de marzo de 2019
Me desperté de golpe y la imagen de Aren degollado se fue desvaneciendo.
—¿Estás bien?
Sonaba medio dormido, y preocupado. ¿Por qué todos me preguntaban eso últimamente?
Tenía calor. Cuando mi respiración se calmó, me giré a verlo, con su pelo hecho un desastre — más de lo normal —, y frotándose los ojos cómo un niño la mar de bruto. El sol brillaba con fuerza, e iluminaba cada rincón caótico de su inmenso cuarto. Había gente yendo de acá para allá tras la pared. Alguien estaba regando las plantas del jardín. Un par de pájaros canturreaban en el bordillo del ventanal. La sinfonía matutina de aquella casa era fantástica.
—¿Quieres comer algo?
No le quedaban mal esas gafas. Tampoco es que hubiese descubierto algo que no le hiciese ver cómo un dios griego, porque tendría actitud de muerto viviente, pero incluso sus ojeras le daban un toque atractivo.
Mi estómago rugía. Cuando mi cerebro comenzó a funcionar y me apartó de esa pequeña fantasía de luz y ruidos, se me revolvió. Habrían pasado horas escasas desde el interrogatorio en la comisaria. Menos de veinticuatro, desde el primer asesinato de La Parca. Y no quedaría mucho para otra pelea virulenta con mi tío.
A este paso, me echaría de casa.
—No tengo hambre.
Sacó una caja de debajo de la cama. Tenía una gran variedad de golosinas, bebidas energéticas y café envasado.
—Es mi reserva para cuando me enfado demasiado. — comentó mientras sacaba lo que vio conveniente.
—¿Te encierras durante días? — bromeé.
—Exacto.
Parpadeé extrañada un par de veces y él ni se inmutó.
—Es mejor que ir rompiendo cosas por ahí. — me lanzó un paquete de regalices y me dio una botella de agua — Potaste anoche casi todo lo que habías comido. No quiero que te vayas de aquí, te desmayes y parezca que ha sido mi culpa.
—¿Y si me desmayo por desayunar tanto azúcar? — no dudé en abrir la bolsa y morder dos a la vez.
—¿No te han enseñado que no hay que aceptar comida de desconocidos? — se encogió de hombros y se fue hacia el vestidor.
Salió de él con un par de camisetas en una mano, y dos pantalones en otra.
—No hace falta que...
—Das asco.
—Gracias, Aren. — bebí un poco y me apoyé en el cabecero.
—Aprovéchate, ahora que estoy especialmente deprimido. — lanzó uno de cada a mi cara — Incluso puedes ducharte con agua caliente, y gel de calidad. Aunque no lleva virutas de oro, no soy tan rico.
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Destiny Grove: pueblo de misterios
Mister / ThrillerRussell se muda a Destiny Grove, un lugar despoblado por razones que desconoce, para rehacer su vida junto a su otra familia. Convencida en poder convertirse en una mejor versión de sí misma y conseguir tranquilidad, termina chocándose de bruces co...