03 || El nuevo chisme

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8 de febrero de 2019

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8 de febrero de 2019

La cabeza me iba a estallar, cómo cada mañana. Pasé de odiar mi relación tóxica con el alcohol a los pájaros, quería arrancarles la cabeza a los que se posaban cerca de casa para canturrear, y dejar ahí sus órganos para ahuyentar al resto que osasen venir.

Bien, pensar significaba que me había despertado. Mal, seguía vivo, otro puto día más.

Gruñí contra la almohada y me apreté el pelo, las sábanas olían a una noche en compañía. Busqué a tientas mis gafas, y cuando mis dedos iban de camino a por el móvil, mi hermana abrió la puerta de mi habitación con fuerza. Sentí cada uno de sus taconazos cómo pinchazos en la sien, era capaz de no volver a beber solo para poder evitar eso. Llegó a la inmensa ventana y corrió las cortinas tupidas en dos segundos, deslumbrándome.

—Vaya desilusión. — bostecé y me erguí un poco — Creía que por fin te habías olvidado de mí.

—Y tú, cómo siempre, me esperabas. Eso sí que es decepcionante. — qué le costaba impedir que se me quemase la retina, solo tenía que moverse un paso para hacerme sombra. Como si me hubiera leído la mente, se movió, y mantuvimos contacto visual por unos segundos, hasta que olisqueó algo que no le gustó — Huele a perfume barato, qué asco. ¿A quién trajiste ayer?

Ni lo sabía, ni me importaba. Se percató del interés que tenía en contestarle y se acercó a la cama.

—¿Estás vestido?

Asentí a medias, ella me desarropó por completo.

—Qué raro, tú con calzoncillos después de usar a otra tía.

—Supongo que estaba consciente cuando terminamos. — de repente, oímos dos voces agudas provenientes del baño. Alguien estaba por ducharse. Melissa alzó una ceja — Al parecer gané por partida doble.

Resopló y se fue por dónde había venido, dejándome una factura que lancé a su respectivo montón en el suelo. Después de remolonear unos diez minutos escuchando los cuchicheos de las chicas, me levanté, cogí unos pantalones y las eché con mi característica alegría mañanera. Qué divertido era el día a día. Ni siquiera era capaz de cambiar una pizca de mi rutina desastrosa.

Volví a ser único amo de mi ducha, me despejé un poco con el agua congelada y bajé al comedor. Allí estaban Melissa y Alexander, hablando sobre algo que no llegué a pillar porque mi hermana no tardó en quejarse de mí.

—¿Te cuesta mucho ponerte una camiseta?

Quité de mi hombro la sudadera y se la enseñé acompañada de mi cara molesta. Con el trecho que había de mi cuarto a allí, acabaría sudándola si me la ponía justo al salir.

Me senté en la mesa gigante de roble y cogí un poco del banquete que había preparado el servicio: un vaso mediano de café cargado, un donut con virutas blancas y un cuenco de cereales.

Destiny Grove: pueblo de misteriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora