12 || El cobarde más odiado

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2 de marzo de 2019

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2 de marzo de 2019

No sabía nada sobre Russell. Sus padres, si es que ella los conservaba, la habían dejado mudarse a un pueblo de fácil incomunicación con su tío. Quizá, ya no vivía con ellos antes de hacerlo. Fuera cómo fuese, no era posible que un sitio así fuese su meta en la vida. ¿Cuántos años tenía? ¿Había pensado ir a la universidad? ¿Tenía novio en la distancia, lo habían dejado? ¿Qué la había traído a Destiny Grove?

Su pasado era un enorme misterio. La información sobre ella escaseaba incluso en Internet. No parecía tener más aficiones que el deporte, y se comportaba de la manera que más le convenía, según la situación.

Por eso estaba allí. Por su capacidad de controlarlo todo, sin que apenas uno se diese cuenta. Mis párpados pesaban, y el dolor comenzó a extenderse por mi cabeza conforme me fui despertando.

Bostecé sin cuidado y vi que estaba tumbada al otro lado del colchón, dándome la espalda. Cogí un cigarro a medio terminar del cenicero en la mesita, y lo encendí con el que supuse que era su mechero. Me apoyé en el cabecero y la observé revolverse durante unos minutos.

«¿De dónde demonios ha salido esta chica?»

Me acordaba a trozos de la noche anterior. Perdí la noción del tiempo sumido en mi mente, intentando recomponer el recuerdo, hasta que los primeros rayos de la mañana empezaron a invadir la habitación. Decidí volver a acostarme, y ya en la seminconsciencia, un sonido estruendoso se llevó el resto de mi sueño.

Una pantalla se había encendido en el suelo. Era el móvil de Rush. No me había dado cuenta hasta entonces de que nos rodeaba un entarimado lleno de envoltorios, botellas, colillas, y nuestra ropa.

—Apaga la puta alarma de una vez. — gruñí contra la almohada.

Entreví su silueta levantándose torpemente para hacerlo. Después, me lanzó el teléfono sin cuidado.

—Era tu alarma, estúpido. — dijo con la voz ronca.

¿Desde cuando yo tenía puesta alguna alarma?

Eran cerca de las 7 de la mañana. Teniendo en cuenta la hora a la que habíamos salido de la fiesta, ninguno habíamos podido dormir mucho. Ella se agachó para recoger su ropa interior, y tras ponérsela, se asomó al pequeño balcón.

Una brisa fresca invadió la estancia. Era raro poder soportarla, puesto que las temperaturas solían ser tan bajas, que la mayoría de aquellos meses reinaban las heladas. Me uní a ella y me sorprendió la cantidad de nubes grises en el cielo.

Aunque era más impresionante su silencio. Siempre estaba rebatiendo cosas, complicando otras con sus contestaciones, y comentando lo que fuese para molestar. No me atreví a preguntarle ni sobre lo que había pasado la noche anterior, ni por lo que se le humedecieron los ojos de repente.

Destiny Grove: pueblo de misteriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora