Capítulo 25

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Como Zipi y Zape

Pov Pol

Bueno Mina, sé que normalmente escribe antes Bruno, pero ahora que tu hermano está en la planta de arriba haciendo yo que sé el que.

Voy a contarte mi odisea y como terminé mi aventura con las drogas.

El caso, es que tras la conversación con mi padre me odie a mi mismo, ya que aunque no me lo dijera con palabras, me lo dijo con la mirada, estaba triste o incluso algo decepcionado por mi decisión.

Por haber vuelto a este mundo tan oscuro, por buscar la salida más fácil y no tener los huevos de luchar por un trabajo más digno.

Y si, yo también estaba decepcionado conmigo mismo, pero bueno, me quedaba muy poco para acabar con todo esto y esta vez, si me había jurado a mi mismo, no volver a este mundo jamás.

Bastante tiempo había estado con todo este tema, pero claro, no todo iba a salirme como esperaba.

Y como lo más lógico, acabe de nuevo en comisaría.

Madre mía, lo que me faltaba otra multa, si es que cuando juegas con fuego al final te quemas, y es que en mi caso el fuego entran las drogas y lo que quemaban eran las multas.

Como ves,por estos últimos capítulos, digamos que he vivido una época, que mejor pasarla por alto y no hablar de ello.

Y es que, ente esa época y todo el año anterior, digamos que podemos obviar estos dos años, que parecía que iba a durar la pandemia.

Para mi desgracia, no era la primera vez que estaba en comisaría, por lo que en vez de darme una advertencia, acabe entre rejas.

Si es que ya te digo yo por experiencia, que mejor tomar el camino largo aunque cueste, que el corto con muchos curvas y baches.

Resumiendo, que esto te sirva de lección de lo que no se debe hacer.

Y ahí estaba yo, desamparado, sentado en el suelo con la mirada perdida, esperando a que mi padre viniera a buscarme y es que, necesitaba que alguien me pagará la multa, para que me dejarán salir.

Pero cual fue mi sorpresa, cuando me avisaron que ya podía salir, que me habían pagado la fianza.

Pues qué no me encontré a mi padre, sino a mi novio esperándome.

No sabía si alegrarme o morirme de la vergüenza.

Me acerque a él sin saber qué decir, me sentía tan avergonzado, que opte por quédarme en silencio.

Él, simplemente me dedico una tímida sonrisa y salió de ahí sin decirme nada.

Al salir me di cuenta de que estaba diluviando, si es que estaba todo en mi contra.

Nos subimos a su coche o mas bien el de la Calduch y pusimos rumbo a su casa.

Y es que hacia un par de semanas, que se había sacado el carnet de conducir, hacia tan poco, que aún no lo había visto conducir.

Cómo era de esperar iba como una tortuga y es que había que añadir, que era la primera vez que conducía con lluvia.

Pero no todo iba a ser malo, que fuera tan lento, me dio bastante ventaja, ya que me permitía tomarme mi tiempo para pensar en que decirle, ya que ninguno de los dos hablamos.

CoronavirusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora