Capítulo 14.

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—¡No!—Saco una sonora carcajada cuando Domenico me obliga a tirarme en el agua.

Siento el vacío en el estómago y poco después el impacto del agua que no está precisamente fría, es como tibia.

Salgo como me enseñaron en el ECT y empiezo a nadar hacia la arena para después escalar las rocas.

Mi largo cabello gotea por todo lado y trato de caminar recta pero estoy teniendo una especie de ataque maniático de risa que hace que mi abdomen se contraiga y bajo a verlo orgullosa. Tengo un bikini rojo con un diseño extraño ya que en la parte de arriba lleva un lazo a forma de amarre y hace que mis tetas se vean mucho más grandes. La panty es en hilo, marcándome un culo divino y adorné mi abdomen con una cadena dorada de la que penden pequeños diamantes.

Llego a lo que es una especie de picnic.

—Te odio— Detesto la sensación de estar toda mojada. Es desagradable, me siento como un pegoste y sucia.

También detesto mi cabello con esa textura desagradable que queda cuando lo metes en agua salada y no es tan suave como uno quisiera. Me arden los ojos y gruño por eso también.

No es que sea una malhumorada que odia todo porque honestamente observar la playa me agrada, el problema es cuando me vierto en ella.

—No me odias, debías divertirte—Acá es donde vinimos a almorzar, ya que, Domenico hizo un plan bastante adecuado que tiene hasta horarios.

Hablé con Eneo cuando veníamos en el avión, recordándole al hombre y leyendo el expediente. Me preguntó respecto a Thimothée y le conté lo del celibato y que al francés no le importa mientras no me tocara, del resto dijo que entonces no veía demasiado problema y que saliera a disfrutar como un civil común a ver si apago la cabeza un rato y dejo de maquinar como asesinarlos a todos. Dudo que pase, pero igual acepté a venir porque quería hacerlo y nadie me va a quitar eso, el poder de decisión cuando habían elegido mi camino siempre.

El día empezó bastante temprano, nos encontramos en su restaurante y de allí fuimos a desayunar donde supuestamente preparan las mejores crepes y malas no son, aunque no pude con mucho solo de pensar la cantidad de carbohidratos que me estaba metiendo. Estuvimos un rato charlando y fuimos a un mirador y esa parte me pareció bastante irrelevante porque no le veo el sentido a quedarnos mirando un punto fijo, pero dejé que él se deleitara con ello porque parecía bastante feliz con el viento en la cara y yo aproveché para detallarlo.

Su cabello va tan corto que parece hace poco se rapó y sus ojos son ébano, nada claros ni brillantes ni por el estilo, pero tienen una mirada genuina y parece que siempre te ven con adoración y como si fueras lo único en el mundo y quizá en el de él lo soy, porque su historia no es tétrica, sino lo siguiente. Es triste que esté solo porque su hermano dice que no sirve de mucho y tuvo que hacer demasiado para poder ayudar a su mamá que padecía de una enfermedad del carajo y ahora trabaja haciendo lo que ama para poder limpiar las deudas.

—En unos meses cumple mi sobrino—Dice de la nada—¿Me acompañarías a Roma?

—No sé si esté en Florencia—Recuerdo—Debo ir a Turquía.

Frunce el ceño y maldigo.

—¿Qué harás en Istanbul? No me parece un sitio agradable para una chica tan linda como tú.

¿Qué tiene que sea linda? Puedo defenderme de cualquier hijo de puta, pudiera estar en el epicentro de cualquier mierda y sobrevivir como solo una guerrera sabe hacerlo.

Tengo una de las mejores educaciones militares y puedo contra lo que sea, pero con el tiempo he reforzado la mente y he quitado la coraza de princesita que tenía como para ahora ser tal maldita que no le importa llevarse niños por el medio con tal de ganar poder.

SIGILIO SCULLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora