Capítulo 1.

2.4K 114 80
                                    


—Den dos pasos más hacia el suroeste—Demando a través del micrófono mientras los veo moviéndose con sus uniformes camuflados hacia donde exigí—. Seis.

—Cinco—Me sigue Paul con sus ojos fijos en la pantalla.

—Cuatro.

—Tres.

—¡Fuego!—Grito haciendo que todo el centro voltee a verme impresionados pero yo solo me fijo en como la casa de los Kaya se torna confusa.

—Bajo Walsh—Escucho del otro lado de la línea.

—¿Qué?

—No están aquí—Concluyen.

—Regresen, se sabía. Buen trabajo.

Salgo de la sala de ejecución de estrategia tirando la puerta y quitándome todos los aparatos en el proceso.

El tema no es haber fallado en la misión porque siempre, nos guste o no, hay un factor error al que debemos adaptarnos y que comúnmente nos lleva a fallar. Pero eso no pasó aquí. Pasó que advertí que esto saldría mal y de igual manera prosiguieron, ignorándome, como siempre lo hacen.

Soy una buena persona, eso lo sé, soy dulce y busco ayudar hasta a quien más me jode y pese a que en el fondo tengo algo que se oscurece y debilita aquellos colores, siempre estoy buscando lo mejor para todos y lo mejor no era mandar a cincuenta soldados en una misión imposible, solo para demostrar que tenemos a los Kaya, cuando no es así.

Desde que tengo uso de razón, he estado en los campamentos del ECT, una rama judicial que está en contra del tráfico y trabaja a escondidas para mayores resultados, aunque a mí esa parte me parece una mentira y creo que trabajan a escondidas para que no intenten meter a cualquiera aquí. No somos malos pero si creo que nos sobrestiman, aunque si hay que aclarar que todos los mafiosos alguna vez atrapados, fueron por nuestra mano, pero eso no es algo que se ve todos los días.

No es como si te despiertas todos los días, haces una estrategia, sueltas unos cuantos tiros, y ahí tienes al hombre que se encarga de negocios ilícitos a tu merced, no. Requiere tiempo, planificación y estudios a fondo.

No obstante, mi problema es que no deseo pertenecer a este lugar. Soy buena, no lo voy a negar. He obtenido varios premios y medallas por estratega, aunque hasta el día de hoy, es que puedo ir a campo, cosa que seguiría detestando.

Si este es tu estilo de vida porque tú lo decidiste, está bien. Pero conmigo no fue así, mis padres me abandonaron siendo nada más y nada menos que una bebé de seis meses. Desde ese día el Comandante En Jefe Salvatore se dedicó a cuidarme acá en Estados Unidos, pero hace poco fue a una misión y por supuesto que murió, no se podía esperar menos de un plan de mierda como lo era ese y se lo advertí, de hecho, le narré como iba a ser su muerte y cuando lo presenciamos mediante videos, no soltó más que un: me lo dijiste. Eres grande, Penelope, podrás con todo. No te apagues nunca.

Desde ese entonces estoy más sola de lo que ya por naturaleza estaba. A excepción de Paul y Luka, pero Luka está en Russia.

—¿Puedo pasar?—Escucho del otro lado de la habitación el que ahora se encarga del puesto que era de Batista Salvatore, Andey Babka.

—¿Se le puede decir que no al que está un puesto por debajo del presidente?

—No es recomendable, niña.

—Entonces, pase.

Andey Babka es bueno en lo que hace, si tiene tanto reconocimiento no es vano. Sin embargo, a mí lo que siempre me sorprenderá de esa familia son sus físicos. Es corpulento, su cuerpo es completamente cuadrado y fornido. Sus brazos enteros tienen tatuajes, aunque en este momento no se vean y también tiene en su cuello. Todos son a color.

SIGILIO SCULLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora