Capítulo 26.

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Lorenzo Di Crescenzo.

★ ★ ★ ★ ★ 10 años★ ★ ★ ★ ★

No quiero bajar a cenar, mis tíos me dan miedo.

Mi tía es adorable y siempre me trata como a su bebé, en ocasiones creo que me ama más que a mi primo Fabrizio, el tema es mi tío. Plutarco me asesina con la mirada y suele decirme lo mismo en repetidas ocasiones:

«Tengo grandes planes para ti, Lorenzo, confía».

No lo hago, no quiero ni que vuelva a la casa. No los habíamos visto por meses y me encontraba feliz porque también me he hecho un experto con la pistola de papá, pero hoy llamaron par decir que estaban en Sicilia y querían venir a cenar. Mi mamá no se negó y fue molesto, yo soy un niño y no puedo objetar, entonces subí para que me vistieran.

Mis ayudantes me bañaron, peinaron, perfumaron y después vistieron con un traje color vino, ya que es esa la ropa que debo llevar para la cena, sea especial o no.

Las señoras que se visten con ropa negra y mantel blanco me dicen que la visita llegó y resignado dejo mis juguetes. La imagen de mamá interrumpe mis planes.

Está despampanante como siempre. Yo creo que tengo la madre más linda. Su cabello es amarillo y tan largo que pasa su espalda, aunque siempre está en moños y sus ojos  me suelen ver con amor.

Es una mujer alta y siempre va en tacones que la hacen llegar al tamaño de papá. Se agacha y me acaricia el cabello negro, quitándome el juguete de la mano.

—¿Cómo está mi principe?—Me da un beso en el cachete—Luces muy guapo, Lorenzo.

—Tú también estás linda, mami—Ella y mi tía son como las diosas de mundos diferentes. Mamá va con colores claros y crema, peinándose como un ángel y sonriendo siempre, mientras que la tía lo hace con negro y rojo, dando malas miradas y tratándolos a todos mal—Te amo.

—No me puedes decir ese tipo de cosas, Lorenzo—Eso es cierto, mi padre dice que debo ser un hombre, no decir palabras maricas y jamás tratar a nadie bien.

Mamá me pega una cachetada y rasguña con su uña larga y afilada.

—¿Qué vas a decir o hacer?

No te disculpas. No lloras. El jefe de la mafia siciliana es respetado y no lo serás si actúas así.

Subo mis ojos color agua y no abro la boca.

—Muy bien, mi niño—Me vuelve a besar y no limpia la sangre—Debemos bajar a reunir con tus tíos.

—No quiero, Graziella—Su nombre me sale con asco—Si se supone que soy un hombre y seré jefe. ¿Por qué no puedo tomar mis decisiones? No deseo bajar—Cruzo mis brazos sobre mi pecho.

—Hoy no es un día cualquiera, Lorenzo. Hoy es un día importante—Sonríe y no se ve tanto como mi ángel—Vamos.

Me agarra de la mano mientras con el otro sigue cargando mi juguete. Caminamos entre los pasillos donde todo es dorado y siempre parece brillar porque las ayudantes hacen todo bien.

Llegamos al salón de cenas después de largos minutos caminando y los veo. Papá está en una punta de la mesa y habla con Plutarco que yace en la otra, como siempre, detallándome y dándome escalofríos con sus ojos plateados. Su esposa va en el medio, tiene los labios color cereza y un vestido largo negro y dejándome hipnotizado por su cabello escandaloso que es rojo como el fuego y siempre lo lleva suelto, meneándole de un lado a otro. 

SIGILIO SCULLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora