Capítulo 15.

441 44 9
                                    



—Sabes a menta—Dice Thimothée entre besos que carecen de dulzura—¿Quién come chicle a las ocho de la mañana? Eres una lunática en todo el sentido de la palabra.

—Te puedo asesinar para que desde el infierno veas que tan loca soy—Me doy media vuelta para irme a sentar en la silla de mi oficina la cual tiene filos clavados en la parte trasera con gotas de sangre de todas las S que he marcado y que no me pesan.

Thimothée luce como apagado desde que llegó de Francia y mi cerebro no para de repetir al hombre extraño que dijo lo de mi pareja y la L que tiene en el brazo.

Tiene un traje gris, ya que, siempre los usa de ese color, este es específicamente claro acompañando con una camisa blanca y zapatos deportivos color marfil con letras regadas color ébano que combinan con el reloj Rolex de tiras de cuero y adornos en oro puro.

—Hice un trato con los suecos—Se sienta—Setenta colombianas, treinta francesas y veinte venezolanas.

—¿Hablaste con La Bestia?—Así le dicen a Juan Caraño.

—No, ¿qué va a hacer? ¿Asesinarme?—Ríe.

—Hay tratos y límites.

—Lo dice la que ha hecho lo que le da la puta gana desde que tiene el mando. Mira, loca, la gente no me teme porque ando dialogando, sino porque actúo como quiero. La Bestia no me hará un carajo por quitarle y llevarme mujeres de su territorio.

—¿Qué te consta?—Subo las piernas en el escritorio de vidrio.

—Que hace dos años vino a Francia, se acostó con tres putas y el imbecil embarazó a dos. Las mandó a matar, yo no lo permití y...

—Sus dos hijos murieron el año pasado—Ato cabos. Tenía dos adolescentes bastante dispuestos a agarrar el mando, ya se estaban empezando a llevar a negociaciones—¡Tú!

—Si, lo dejé sin herederos, lo cual lo hizo perder poder. Volvió a tener fe cuando se enteró de que no habían muerto las que te estoy diciendo, pero de nada le sirve la fe porque los tengo yo y haré con ellos los que me pegue en gana. Los tengo bajo control.

—Bien. ¿A cambio de qué fueron todas esas mujeres?

—Hombres—Alzo una ceja—Mohammed saca a hombres de la cárcel con las mismas características, normalmente asesinos en serie y los pone a entrenar a soldados, creando máquinas. Me dará la mitad y los más dotados para hacer una organización más fuerte y que sea un real frente.

Despiadado Bleu podrá tener poca empatía, ser egoísta y matar sin que le pese, pero el muy maldito sabe lo que hace en cada momento. Su cerebro maquina sin dar tregua y por ello es que los tiene a todos de rodillas.

Analiza que le conviene y que no, sobretodo a futuro y lo más importante, no le importa nada.

¿Traición? Muerte. Así seas el papá o el novio, no le va a importar hacerte pagar y castigarte sin piedad.

No hay ruegos que valgan o palabras que lo hagan recapacitar, bloquea toda su parte humana y te hace sentir dolor físico y mental.

Si a mi no me importó dar la orden para que torturaran a la familia de los Babka, a él le supo a mierda y se fumó un cigarro tranquilo mientras descuartizaban los cuerpos y los mandaban en cajas a cada puta Central del mundo.

Sonrió con satisfacción cuando la sangre hizo una laguna y los gritos de perdón le dieron más ganas para proceder.

—Ahora—Saca un papel—Me cerraron un club aquí en Florencia. ¿Por qué mierdas el gobernador me tiene en la mira si se supone que esto me pertenece junto a mi esposa? ¿O es que tú mínima lucidez no te da para procesar que esto nos puede joder?

SIGILIO SCULLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora