Capítulo 20.

372 36 4
                                    



—Es que no lo entiendo y es en un absoluto error lo que estamos por cometer, Suzanne. Un día lo amenazo de muerte porque nos traicionó, tú sales, no te molestas en siquiera torturarlo y a parte le vamos a hacer una visita como si nos lleváramos mínimamente bien. Incroyable—Lo último lo dice en francés mientras inclina su cabeza hacia atrás, apoyándose del sillón de cuero color negro, estamos en su avión y es un espectáculo por dentro.

Entiendo su indisposición porque suena como incorrecto o que me he convertido en una dócil, pero lo que realmente sucede es que hay algo que no termina de cuadrarme respecto a Lorenzo, es el simple sentimiento que tengo de que hay algo más, algo que me oculta y que, en cierto punto, lo supera.

Suele bloquearse al verme, como si recordara algo y por más de que juró en sangre por mi protección, ni se atreve a hablarme.

Todo esto lo podemos unir con el hecho de que él me entregó como si fuera una cualquiera y me late pensar que es porque realmente quería deshacerse de mí, como si temiera que siguiera en vida y que en cierto punto llegara a descubrir algo que protege.

Nada me cuadra últimamente e indagaré y destrozaré a todo hombre que se haya atrevido a poner en duda mi potencial.

—Te estoy diciendo que hay algo que él está ocultando a parte y torturarlo era predecible, ya iba mentalizado a eso.

—Siempre si podía sorprenderlo—Saca esa sonrisa sádica que puede hacer temblar a cualquier persona, porque en sus ojos se refleja la maldad que emerge.

—Te recuerdo que tú también querías que viniéramos a Sicilia. ¿Entonces?

—Para una sorpresa que sé que te encantará, no para visitar al imbecil de Di Crescenzo que no para de darme razones para que lo sumerja en ácido.

Thimothée últimamente se ve más estresado y no sé si se debe a la falta de sexo que no le he podido proporcionar, lo que sea que tiene en Francia o el que nuestra última mercancía haya sido interrumpida y hayamos quedado mal.

El tema con Thimothée es que habla lo justo. No le vas a hacer una pregunta y él te dará una respuesta con información de más, sino lo único que tú pediste y por eso es que hay que saberle llegar. Él me dará lo que yo le pida, pero debo saber pedirlo y no paro de analizarlo en busca de ese punto quiebre, sacando a colisión temas de conversación y tratar de llegar a lo que sea, pero mi única pista es la L que tiene tatuada en el bicep y que debe ser sumamente importante, porque es lo único que tiene marcado, del resto está limpio. De hecho, todo lo que rodea la letra es como una especie de protección que se sobreentiende por los mensajes ocultos en dibujos hechos a la perfección.

Dejo que Thimothée se queje mientras se toma un trago de bourbon y yo me quedo analizando cualquier factor error que se me está escapando y que, en parte, me hace pensar que caí en la locura absoluta gracias a los imbeciles de los Marchand.

Meneo la cabeza de un lado a otro.

Los golpes...

La apuñalada...

El palo de escoba...

Las gotas de sangre en el piso...

Como agonicé...

El bebé...

Nunca me planteé realmente el ser madre porque fui virgen demasiado tiempo en un campamento donde un beso era sancionado y después porque jamás mi cabeza pintó a Thimothée como el modelo perfecto para ello, yo solo dejé de pensarlo y cuando me enteré no estaba entusiasmada de mas, sino que lo veía como algo bueno, un humano que no solamente serviría de legado sino que iba a desarrollarse dentro de mi panza. Dentro de mí, que cometo tantas mierdas, decidió formarse y no le di la protección necesaria, lo defraudé, a esa pequeña cosa que no fue ni identificado. Así de jodida estoy.

SIGILIO SCULLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora