Capítulo 3.

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El viento me pega en el rostro y el aroma del mar me hace sentir aliviada. Es extraño para mí oler la sal que no sea de una piscina donde me condenaron a estar por cuarenta y ocho horas para hacer una prueba de resistencia.

Estamos en una de las casas de Lorenzo en Sicilia, es color arena y no demasiado grande, su atractivo es la playa privada y el que esté escondida estratégicamente detrás de un salón de belleza.

Al comienzo quise ir a Russia pero me recomendaron quedarme tranquila por dos días para tranquilizarme y eso fue lo que hice.

Fue una sorpresa para mí el llegar a Sicilia y conseguir la noticia de que mi primo que averigüé, tiene treinta y tres años,  tiene una familia. Una esposa llamada Stella y un hijo llamado Giacomo, ese tiene catorce años y es una cosa amargada que ni siquiera mira a los demás, solo con fastidio. Después de conocerlos nos trajeron para acá y lo primero que hice fue tirarme en mi cama y dormir por dos días seguidos, sin parar. Solo me desperté para hacer pis, tomar agua y comer algunas pocas cosas.

—¿Podemos hablar, Suzanne?—Eneo toca la puerta corrediza del balcón, es de vidrio.

El tema del nombre es algo que me sigue generando cierta inconformidad, según yo, siempre seré Penelope Walsh.

—Pasa—Eneo da miedo, pero de verdad. Es alto, cuadrado y tiene tremenda cara de culo todo el día, cubriéndose con lentes de sol oscuros. Su cabello está rapado y tiene tatuajes por todo el cuello—. Siéntate—Estamos en una mesa frente a la playa, donde me estaba relajando.

—Tienes que actuar, sino serás una cobarde. Dimos el tiempo suficiente para que las personas supieran que los reyes habían caído pero no se está dando a entender que por algo mejor, sino que todos creen que el ECT ganó. Se está haciendo un revuelvo de la toma de posición, de quienes quedarán al mando porque todos saben que el hijo de los Sculla es un bueno para nada.

—¿Ya es recomendable que salga?

—Si, sino te vas a encontrar con personas que creerán que los Sculla Kaya cayeron y alguien más querrá a Italia...

—No voy a permitirlo.

—Por eso la llamé a ella—Escucho los tacones detrás de mí y como la mujer llega con una actitud implacable.

Tiene lentes de sol y se los quita en cuanto se acerca a mí, para estrecharme y hacer esa cosa ridícula de darme un beso en la mano.

Tengo que poner unos dedos en mi frente para hacer sombra porque el sol no me deja detallarla bien. Tiene el cabello rojo, completamente y los labios pintados del mismo color. Su piel es tono canela y sus ojos oscuros están cubiertos por unas pestañas postizas que hacen que su mirada sea más atrevida. El cuerpo estilizado está acompañado por un traje  oliva que le da un toque formal, aunque yo solo pienso en que se debe de estar cocinando por el calor que hace.

Todo en ella es como demasiado grande, labios carnosos y ojos particularmente abiertos. Lo único delicado que tiene es un piercing de brillito que le decora la nariz.

—Malamar Karlson—Se presenta, yo estoy un poco embobada con ella. Es realmente hermosa—¿Puedo?—Señala una silla.

Asiento y lo primero que hace es sacar unos lentes de montura redondos y finos que terminan adornando su rostro, pero no logra darle un toque intelectual.

—No puedo creer que te hayan puesto este nombre. En español mala significa....

—Ya lo sé, vengo predestinada.

—Los hombres suelen decirle Malamuerte, la han intentado asesinar diez veces y de todas sale viva—Se une Eneo que la mira con lascivia.

—Eso es porque soy más inteligente que ustedes, mientras tú te ocupas de ser un mercenario, yo tengo lentes que me avisan lo que está pasando aquí, en Russia y en Roma.

SIGILIO SCULLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora