veinticuatro.

10.4K 1K 39
                                    

Habían pasado dos meses desde el incidente con Geto, no sabía nada de Satoru, no se había aparecido en la escuela, ni Yaga, ni Nanami sabían nada de su ubicación. Y claro, mucho menos yo. Le mandaba mensajes, mensajes cada mañana, cada noche. Pero no había respuesta alguna. Hoy, al despertar, pensé en mandarle una imagen de Megumi, para mostarle lo mucho que había mejorado en sus habilidades de combate, pero bajé el celular después de un largo suspiro, rendida. Megumi se acercó corriendo hacia mí, intenté ocultar mi triste expresión, cambiando rápidamente mi gesto.

— ¿Estás bien? — dijo él con un tono preocupado

— Mejor que nunca, ¿y tú? — dije, dedicándole una sonrisa. 

— ¿Cuándo volverá Gojo-sensei? — dijo él, ladeando la cabeza. Mordí mi labio inferior, aguantando las lágrimas, apretaba con fuerza mi celular. 

— N-no tengo idea, Megumi. — acaricié su cabeza, despeinándolo un poco. — Me gustaría saber...— dije en voz baja. — Venga, vamos a cambiarnos, en un rato irás a casa de Tsumiki a pasar el fin de semana con ella. 

Megumi celebró aquello con un enorme brinco y un grito lleno de emoción, corrió rápidamente por la escuela hasta llegar a su habitación.

— ¡Cámbiate, yo te espero afuera! — dije, él procedió a encerrarse. Escuché como hacía un desastre buscando ropa, juguetes, y mil cosas más. 

Observé la puerta de la habitación de Satoru, que se encontraba a pocos metros que la de Megumi. Agité la cabeza, distraída por la voz del pequeño pelinegro.

— _______-chan, ¿me puedes medir? — dijo él, entregándome un pequeño plumón negro

— Vamos, ponte derecho — dije, con ayuda de mi mano, pegué suavemente su cabeza a la columna de madera de su habitación. — Venga, no te pongas de puntitas, tramposo — dije riendo. Él obedeció y se puso derecho, con cara seria. Marqué su estatura, sonreí orgullosa, cruzándome de brazos. — Felicidades, Megumi-chan, has crecido dos centímetros. 

Él rió extasiado, cubriendo su rostro con sus pequeñas y regordetas manos. Me miró y estiró sus brazos, indicándome que lo cargue. Obedecí sus órdenes. 

— Tu turno — dijo él, animado. Seguí la rutina de cada mes, me pegué a la misma columna de madera, y Megumi, quien se colgaba de mi cuello, marcó la punta de mi cabeza con ayuda del rotulador. Comenzó a reír imparablemente — ¡No creciste nada! — dijo burlón. 

Me giré hacia la columna, y observé cómo la marca había quedado en el mismo lugar que la vez anterior, rodé los ojos y le hice una mueca.

— Gojo se va a quedar atrás — dijo apuntando a la marca que resaltaba la altura de Satoru, el mes pasado, la última vez que Megumi lo había medido, marcaba 1,90.

— Si, bueno, su culpa por desaparecer. ¿Estás listo? — dije, él tomó su pequeña mochila y asintió, tomó mi mano y juntos nos dirigimos a la casa de su hermana.

(...) 

— ¡Nos vemos el lunes, Megumi-chan! — grité despidiéndome de él, Megumi ahora sostenía la mano de su hermana, quien lo llevaba dentro de la casa. Él giró una última vez para despedirse.  

Cuando ambos entraron a la casa, suspiré, comencé a caminar de nuevo a la escuela, estaba cansada así que probablemente tomaría el tren a la escuela, para llegar más rápido. Mi celular comenzó a vibrar, rápidamente lo saqué de mi bolsa y contesté. 

— ¡Papá, hola! — dije completamente sorprendida, mi padre no solía llamar muy seguido. 

— _______-chan, ¿cómo va todo? — dijo él, con un tono suave, despreocupado

— T-todo bien — mentí de cierta forma, había aprendido a camuflajear mi tristeza con otros sentimientos parecidos — Todo ha estado muy tranquilo por acá 

— Me alegra, quizá vaya a visitarte pronto, ¿qué te parece? 

— Me parece excel...— corté en seco.

Una conocida figura había llamado mi atención entre la muchedumbre, había llegado ya a la estación y para mi mala suerte había más gente que de costumbre. Comencé a caminar hacia aquella figura, moviéndome entre las personas bruscamente, escuchaba la voz de mi padre llamarme a través del teléfono, pero mi mente estaba demasiado distraída como para poder contestarle, por un momento juré que lo había visto, estaba convencida de que lo había visto caminar entre la gente del otro lado de la plataforma. Era él, eso quería creer. El tren paró frente a mí, a pocos centímetros de mi rostro. Las puertas se abrieron y todos comenzaron a entrar. Segundos después, las puertas cerraron y el tren avanzó, creando una fuerte ráfaga de viento, revelando así...nada. Nadie. Caí de rodillas al suelo al ver la plataforma de enfrente completamente vacía. Cubrí mi rostro con mis manos, intentando contener el desastre emocional que amenazaba con salir. 

— ¡_-______! ¡Dime que estás bien!

— L-lo siento papá, te llamo luego — dije con voz temblorosa, colgando poco después. 

Mi propia mente jugaba conmigo misma. Ahora alucinaba con Gojo Satoru. Como si no fuese lo suficientemente difícil superarlo ya. No sólo eso, si no que había perdido mi tren. Gruñí y me puse de pie, exhalando fuertemente. Ahora tenía que caminar, no me quedaba opción. Acomodé mi bolso sobre mi hombro y me dirigí a la escuela, más cabizbaja que nunca.

Sólo quería acostarme. Quería dormir, quería un poco de paz. En ese momento, deseé nunca haber conocido a Gojo, jamás haberle hablado, jamás haberle besado. Quería eliminar todo recuerdo de él. 

En ese momento, sólo quería dejar de ser tan débil.

(...)

Una hora después, caminando a un ritmo totalmente desanimado, llegué a la escuela, sentía mi nariz congelada por el frío, mis ojos ardían, se sentían igual de hinchados que el resto de mi cara. Caminé en silencio, evitando áreas comunes, o lugares donde sospechaba que Nanami o Shoko podrían estar, no quería saber nada de nadie. Cuando logré llegar a mi habitación, finalmente pude colapsar. Me senté en el suelo, abrazando mis rodillas, ocultando mi rostro entre ellas. Había olvidado lo que era estar sola, lo que era extrañar tanto a alguien que el dolor se traducía físicamente. 

Extrañar a Gojo era doloroso. 

Amar era doloroso. 

Un par de minutos después, me subí a la cama, metiéndome entre las cobijas. Sostenía entre mis manos aquel pequeño relicario que contenía dos fotos de él, porque claro, era Gojo, la persona más engreída de este planeta. 

Feliz cumpleaños, ________. dijo él, colocando un pequeño collar alrededor de mi cuelo. 

G-gojo, no tenías qué...dije acariciándolo con mi pulgar, sin saber realmente qué decir. Él plantó un beso en mi frente, mirándome atentamente. 

Ábrelo. dijo suave.

Obedecí, y al abrirlo me encontré con dos pequeñas fotos de él, una con lentes, y otra sin lentes. Eran fotos oficiales, que probablemente le habían pedido para la escuela, o alguna licencia. Reí al verlas, él sonrió intensamente. 

Esto es muy narcisista de tu parte dije juguetona. 

No puedes negarme que te encantó. 

Y no, no podía negarlo. Meses después me encontraba en una cama llorando, observando detenidamente aquellas dos fotos, comenzando a olvidar cómo era su olor, la textura de su pelo, si no tuviese la foto, seguramente ni siquiera podría describir el color de sus ojos. Con cada mes que pasaba, el recuerdo de Gojo Satoru se esfumaba poco a poco de mi mente. 

No sabía qué dolería más, no poder recordarlo, o tenerlo en la mente por el resto de mi vida. 

déjame ir (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora