cinco

20.8K 2K 581
                                    

A la mañana siguiente, desperté sumamente adolorida, cada músculo en mi cuerpo ardía ante cualquier mínimo movimiento, sin embargo, no podía quedarme atrás. Eran las 5:00 am, y mientras Gojo seguía descansando de aquella terrible pelea, decidí salir a correr, aprovechando así para conocer un poco aquel desconocido lugar en el que nos encontrábamos. Le dejé una nota a Gojo en caso de que despierte, no es que me importe mucho si lo hace o no, fue más un gesto cordial. 

Salí del hotel y estiré un poco, tocando las puntas de mis pies, estirando mis brazos, girando el cuello, el dolor seguía ahí pero había decidido simplemente ignorarlo. Comencé a trotar suavemente, sintiendo como poco a poco, mientras mis músculos se calentaba, el dolor disminuía, hasta que llegó el punto donde era bastante soportable. Aumenté la velocidad de mis zancadas, viendo pasar rápidamente la ciudad por el rabillo de mis ojos. Sentía el aire fresco golpear mi rostro suavemente, haciéndome soltar una leve sonrisa. Hacía mucho no experimentaba esta sensación, solía correr bastante, en la escuela, entrenamientos, pero esto era diferente, era insuperable. 

(...)

Volví al hotel, después de aproximadamente una hora, ahora que me había enfriado, mi cuerpo se sentía tieso. Todo dolía de nuevo, y ahora peor. Gojo, quien seguía dormido como tronco, no se había movido de un centímetro desde que me fui. Entré al baño y preparé la tina, puse agua tibia y un poco del jabón de burbujas que estaba por ahí, una vez lista, me metí y sentí felicidad pura recorrer todo mi cuerpo. El agua caliente relajó mi cuerpo por completo, sonreí y procedí a simplemente relajarme, recargué mi cabeza en la tina, y me sumergí un poco más, dejando de fuera sólo una parte de mis hombros, mi cuello, y claro, mi cabello y rostro.

Pasaron unos 5, 10 minutos quizá. Tenía los ojos cerrados, movía las manos debajo del agua porque esa sensación me parecía de lo mejor, suspiré, "Quizá es hora de salir ya...", pensé. Me puse de pie, dejando escurrir un poco el agua de mi cuerpo. Grave error, grave, grave, estúpido error. La puerta se abrió de golpe, revelando un ojeroso Gojo con el cabello aún más despeinado de lo normal, no traía camisa, sólo sus pantalones, y parecía estar bostezando. Me quedé congelada. Estaba completamente expuesta ante él, él tampoco pareció moverse ni un milímetro.

— ¡Sal de aquí, maldita sea! — grité después de un segundo, el cual se sintió como una eternidad. 

Gojo reaccionó, y pegando un pequeño saltito, salió del baño. Me cubrí inmediatamente con una toalla y cubrí mi rostro con mis manos. Era momento de transferirme a Kioto.

(...)

En el camino a casa, ni Gojo ni yo cruzábamos palabra. Sentía mis mejillas arder, y él se veía demasiado despreocupado leyendo un manga en el tren. Lo miré de reojo, y cada vez que lo hacía la perturbadora imagen de él viéndome esa forma inunda mi cerebro. Subí el cuello de mi chaqueta, cubriendo la mitad de mi cara mientras me giraba hacia la ventana. 

— No has cerrado la puerta. Y dejaste una nota diciendo que no estabas — dijo él, sin dejar de lado su manga.

— Lo sé — rodé los ojos molesta, era un buen punto, pero eso no arregla nada. 

— Si querías que viera sólo tenías que decírmelo directamente — dijo burlón.

Le di un puñetazo en el hombro, poniéndome de pie.

— Iré al baño. — bufé molesta. 

Él sonrió y levantó la mirada aún sentado, no parecía moverse. Sonreí sarcásticamente y pasé justo frente a él, sin perder el contacto visual, sus piernas se embarraron contra las mías en un intento de salir de aquel reducido espacio. Gojo seguía sonriendo. Cuando logré salir al pasillo, caminé por el mismo hasta llegar al baño. Entré y dejé salir un gritito ahogado por mi chaqueta. Me mojé el rostro, intentando refrescar mis pensamientos un poco. Saqué mi celular y le mandé un mensaje a Ieiri,  "Gojo me ha visto desnuda." No pasaron ni 30 segundos, cuando mi celular vibraba, dejando ver la cara de Ieiri en mi fondo de pantalla. Contesté la llamada, riendo.

— Eso ha sido rápido. — dije al contestar. 

— Necesito saber los detalles — dijo emocionada — ¿Lo han hecho? — dijo ella, con un tono gracioso — Realmente no me sorprendería, se nota la tensión desde que entramos al curso

— Estoy de acuerdo — dijo una voz masculina que se escuchaba al lado de Ieiri

— ¿N-nanami?! ¡Ieiri era secreto! — dije abriendo los ojos como platos. 

— Eh, no le he dicho nada, ha visto el mensaje accidentalmente así que he puesto la llamada en alta voz — dijo ella, defendiéndose

Suspiré pesadamente, negué con la cabeza intentando dejar de pensar en formas de asesinar a Ieiri, pero era sumamente difícil. Lo único que me mantenía tranquila era el hecho de que ambos eran muy cercanos a mí. 

— Ah, también Geto ha escuchado. — dijo Ieiri rápido, en un tono de voz bajito. 

Colgué al instante. Me miré al espejo y mis mejillas ardían como nunca. Geto. Suguru Geto. Mejor amigo de Gojo. Gojo Satoru. Hombre que me vio desnuda. Dí un golpecito a la pared creando una pequeña hendidura. Llevé mi mano a la boca, tragando aire. Salí de ahí rápidamente y volví a mi asiento, cubriendo mi rostro. 

— ¿Todo bien? — dijo Gojo, aún con los ojos pegados al manga

— Todo perfecto. — mentí. 

(...) 

Al llegar a la estación de Tokio, ví desde la ventanilla a mis queridos y metiches amigos parados, esperándome. Geto estaba un poco más atrás igual, probablemente esperando a Gojo. Tomé mis cosas y bajé sin esperarle. Ieiri corrió hacia mí y me abrazó, Nanami se quedó parado con una dulce sonrisa.

— Vamos que no es para tanto, me he ido sólo un día...— reí recibiendo su cariño. 

Geto, en efecto, estaba esperando a Gojo, a quien abrazó levemente al bajar del tren. Me notó, le dediqué una pequeña sonrisa mientras agitaba la mano, el me correspondió con lo mismo. Ieiri y Nanami me llevaron por sushi, pasamos un buen rato hablando, les conté todo lo que pasó en la misión, y para mi buena fortuna se entretuvieron tanto con eso que no me preguntaron nada más sobre el "incidente".

— Hora de volver, chicas — dijo Nanami mirando su reloj. — No queremos llegar tarde.

Nos pusimos de pie, Nanami me ayudó con mis cosas, a lo que agradecí infinitamente ya que todo me dolía. Tomamos un taxi, y volvimos a nuestra querida escuela, y hogar. Nanami y Ieiri me dejaron en la puerta de mi habitación como buenos padres, reí un poco ante su gesto, y entré en mi habitación. Saqué mis cosas de la maleta, para después acostarme sobre la cama. Al darme la vuelta, noté que aquella misteriosa cobijita seguía ahí. No había encontrado a su dueño, la abracé, inhalando por completo su aroma. Me puse de pie de golpe. Conocía ese olor, no sabía de donde, pero definitivamente lo he olido antes. Seguía oliendo la cobija como perro, cerrando los ojos, intentando recordar de dónde demonios era aquel aroma. 

Después de un par de minutos, me volví a lanzar a la cama, rendida. Otro día que tenga libre lo llevaría a la oficina de Yaga, probablemente el dueño la buscaría por ahí, en objetos perdidos. 

Pero esa noche no pude dormir en lo absoluto, no podía dejar de pensar en aquel día, todo había sido una...experiencia, por ponerlo de cierta forma. Pudimos haber muerto en aquella misión. Suspiré. No podía evitar pensar en él, no en él como tal, si no en lo que pasó, aquella maldición casi vence a Gojo por culpa de sus lentes. Era peligroso, una desventaja. 

— Y a mí qué me importa eso...— dije en un tono bajito, cubriéndome con la cobija.

Pero, me importaba, bastante. 

déjame ir (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora