veintinueve.

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Mi ropa estaba completamente desgarrada, hecha pedazos. Caminaba por aquel ya destruído bosque infestado de maldiciones, afortunadamente, nadie había muerto hasta ahora, ni siquiera yo. Seguí andando, buscando con la mirada alguna salida de la cortina que había puesto antes. Los rayos de luz que comenzaron a entrar a través de ella llamaron mi atención, la pantalla se estaba desvaneciendo. 

— No no no...— dije con un tono de preocupación, mirando cómo el cielo perdía su toque grisáceo, característico de aquella protección. 

Comencé a correr a través de los árboles, sabiendo que no podría enfrentarme con lo que sea que había roto la pantalla, mi energía maldita era casi inexistente, mi fuerza había abandonado mi cuerpo, lo único que podía hacer ahora era huir, buscar la forma de llamar refuerzos. Pero al ver una figura conocida ante mí, ligeramente escondida entre los árboles, me detuve por completo. Mi pecho subía y bajaba, intentando aprovechar cada molécula de oxígeno que entraba a mi sistema. Mis ojos estaban abiertos, mi labio inferior temblaba. 

— Cuánto tiempo, Osaki-chan...— dijo aquella grave y ahora, después de tanto caos, perturbadora voz. — Sabía que te encontraría aquí. 

— Geto...— dije con un hilo de voz, apenas audible. Geto caminó lentamente hacia mí, dí un paso hacia atrás, preparada para correr. 

— No te muevas — dijo sonriendo, sin dejar de acercarse — No te voy a hacer nada, sólo...quería verte de cerca. 

Por alguna razón su voz sonó...genuina. Suave. No sentía intenciones malas, tampoco tenía mucha energía maldita, así que bajé un poco la guardia, quedándome quieta, sin apartar la mirada de él. Geto había cambiado mucho, a diferencia de Gojo, él se veía más fuerte, más decidido. Su cabello había crecido un poco, la estructura de su rostro pareció haber cambiado un poco igual, su mandíbula se veía más definida. Sin darme cuenta, Geto estaba parado a tan sólo centímetros de mí. 

— Veo que te han hecho pedazos las maldiciones...— dijo burlón, me mantuve en silencio, observándolo fijamente. 

— ¿Algún día volverás? — dije suavemente, encontrando en aquella mirada un rastro de aquel hombre que llegué a considerar mi amigo

— Ya no me necesitas, Gojo ha vuelto, ¿cierto? — dijo él, acercándose más, y más 

— ¿Cómo supiste que se fue? — fruncí el ceño.

— Ya te lo dije, sólo quería verte de cerca...— dijo acomodando mi cabello detrás de mi oreja, pegando su respiración con la mía. Me había estado espiando. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, ¿cómo he podido ser tan tonta? ¿Cómo es que no lo había notado? 

— Megumi ha crecido mucho.

Esta última frase hizo mi sangre hervir, y Geto lo notó en mi mirada, alzando las manos fingiendo inocencia, alejándose un poco de mí. Cruzó los brazos y comenzó a dar vueltas. El sonido de las ramas rompiéndose sonaban debajo de sus pies, siendo ese el único sonido, junto con mi respiración agitada, que existía en ese momento. 

— La oferta sigue en pie..— dijo él, acercándose una vez más. Esta vez, con apoyo de sus dedos, levantó mi rostro, obligándome a verlo. — Sé mi reina...hagamos esto juntos. 

— Yo...no quiero ser la reina de nadie...— dije mirándolo, sus ojos brillaban, su cálida respiración acariciaba la punta de mis labios. — No creo en lo que tú crees, Geto. Jamás lo haré. 

— ¿Pero crees en Gojo? — dijo él, acercándose tanto que juré que por un segundo la distancia entre nuestros rostros simplemente desaparecería. — ¿Podrás confiar de nuevo en él? 

déjame ir (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora