veintiocho.

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Desperté al día siguiente siendo aplastada por Shoko, me quejé, empujándola hacia un lado. Eran las 8:00 am, hora de entrenar. Sabía que Ieiri no despertaría en mínimo dos horas más, así que me vestí y me dirigí a mi habitación para tomar una rápida ducha antes de pasar por Megumi. Pero luego recordé que se había quedado a dormir con Gojo. Y definitivamente no iba a ir a tocar a su puerta. Me dirigí a la cafetería, pateando rocas en el camino. Los estudiantes de primer año habían ido a una misión, y los de segundo, realmente no sabía dónde estaban. La escuela se veía casi vacía, como siempre. Éramos muy pocos estudiantes. Llegué a la cafetería, le compré el desayuno a Megumi, lo de siempre. Un sándwich y una leche de vainilla. Intenté armarme de valor para ir a su habitación, pero para mi buena fortuna, escuché las risas de Megumi cerca. 

Giré a mi alrededor, y lo ví corriendo en el campo, sonreí ampliamente al verlo tan contento, sonrisa que se desvaneció poco después de notar la presencia de Gojo junto a él. Sintió mi presencia, dedicándome una mirada cálida, pero triste. Me senté en las bancas, observando cómo Megumi liberó su técnica a la perfección, logrando sacar dos shinigamis, un lobo blanco y uno negro. Él se veía contento, corriendo con el campo junto a los lobos, dedicándole sus risas a Gojo, el pequeño pelinegro rápidamente notó mi presencia, corriendo rápidamente hacia mí mientras gritaba el nombre de sus lobos

— ¡Lo lograste, Megumi! — dije celebrando con una sonrisa, él me abrazó fuertemente, lo levanté dándole vueltas por el aire, haciéndolo reír inocentemente. Lo bajé y me agaché, quedando a su altura — Ahora vamos, come un poco antes de continuar — dije entregándole su lonchera. Él obedeció y se sentó en una de las bancas junto a mí, comiendo velozmente su sándwich — Ey, cuidado, te vas a atragantar. 

Noté como Gojo se dirigía hacia nosotros, pero intenté no hacerle mucho caso, se recargó en los barandales de las bancas. Me miró fijamente, buscando mi mirada con la suya, pero estaba muy ocupada observando a Megumi. 

— ¿Cómo has dormido? — dijo él, de la nada. Con un tono un poco más apagado que de costumbre. 

— De maravilla, ¿y ustedes? — dije aún sin mirarle. 

— Súper bien, ¿no Megumi? — dijo el albino, agitando el cabello de Megumi

— ¡Sí! Ha sido genial. — Megumi calló un par de segundos, para luego después brincar de su asiento, estirando los brazos y accidentalmente tirando lo que restaba de su cajita de leche — ¡___________-chan! ¡Tenemos que medir a Gojo! — exclamó él.

Sus ojos brillaban, era un niño feliz, pero en este momento estaba extasiado. Se veía alegre, tranquilo, emocionado. Dirigí la mirad a Gojo, quien ocultaba un ojo morado con los lentes. Suspiré y le dediqué una sonrisa a Megumi. 

— Tienes razón, vamos a medir a Gojo — dije intentando sonar igual de alegre que él. 

Caminamos a la habitación de Megumi, él le ordenó a Gojo que se quite los zapatos y obedeció. 

— Recárgate bien, pegado....— dijo Megumi asegurándose que el cuerpo de Gojo esté bien pegado a la columna de madera — No puntillas, no seas tramposo — dijo él imitando mi voz, lo miré con una juguetona mirada amenazante, él rió. 

Una vez bien posicionado, corrió a tomar el rotulador de su estuche. Lo tomé por debajo de los brazos, y lo senté en mi cuello, dejando sus dos piernas sobre mis hombros. De esa forma, finalmente éramos más altos que Gojo. 

— ¡Acércate más, _________! — dijo Megumi al no alcanzar bien a Gojo. 

Obedecí. Dí un paso hacia el frente. Por primera vez en casi un año, sentí el aroma de aquel hombre que tanto había amado alguna vez inundar mi nariz nuevamente. Mi nariz quedaba justo a la altura de su cuello. Supe que sentía mi respiración en él al ver su cuerpo tensarse. 

— ¡Ahí, no te muevas _________! — exclamó Megumi, marcando bien la línea que denominaba la altura de Gojo. 

Alcé un poco la mirada, topándome con la de él. No podía mover la cabeza sin molestar a Megumi, por lo que sólo noté sus ojos casi cerrados mirándome. Rápidamente aparté la mirada, y sin siquiera saber por qué, recargué mi frente en su pecho. Sólo un par de segundos, lo suficiente para recordar su aroma y no volver a olvidarlo nunca. Lo suficiente para recordar el ritmo en el que latía su corazón. 

— ¡Listo! — Megumi exclamó, me aparté rápidamente del pecho de Gojo, apenada. Evité mirarlo. Bajé a Megumi al suelo, quien comenzó a brincar emocionado. — ¡Creciste un centímetro! 

Todos miramos la columna de madera, y efectivamente, Gojo había pasado de 190 a 191 centímetros. Ambos sonrieron haciendo comentarios sobre su enorme estatura, yo me mantuve callada, con la mirada en el suelo. Quería llorar, quería mandar todo al diablo y volver a los brazos de Gojo, pero...No podía. Ya no. Esa historia de amor había quedado atrás, jamás volvería a pasar por eso. Ya no podía confiar en él. 

— ¿________? — dijo Megumi, sacándome de mis pensamientos. 

— L-lo siento — reí apenada, negando con la cabeza — ¿Qué decías Megumi? — dije mirándole fijamente. 

— ¡Vamos por ramen hoy! — dijo alzando los brazos. 

— Ah, me encantaría pero creo que tengo una misión pronto...— dije sacando mi celular, mirando la hora. — Vayan tú y Gojo, quizá incluso podrías invitar a Tsumiki. — dije con una enorme sonrisa, Megumi se volteó hacia él, Gojo asintió animado. 

— ¿Volverás igual de herida que la última vez? — dijo él, su expresión tornándose preocupada. Noté como la expresión de Gojo cambiaba igual. Suspiré. 

— Prometo que no, estaré bien. — dije ofreciéndole mi dedo meñique, como una promesa, Megumi estiró el suyo y los entrecruzamos, subiendo y bajando la mano. Me reincorporé poniéndome de pie, sólo para toparme con Gojo estirando el meñique igual. 

Me congelé por un par de segundos, lo miré fijamente, su expresión era igual que la de Megumi, denotaba miedo, preocupación. Quería rechazarlo, mandarlo al diablo, pero el pequeño nos estaba observando, y sabía que negarle la misma promesa a Gojo lo tendría preocupado durante mi ausencia. Apreté los dientes y entrelacé el dedo de Gojo con el mío, mi piel se erizó ante el contacto, nos quedamos así un par de segundos, mirándonos fijamente. 

— ______...— dijo en voz baja. 

Rápidamente retiré mi mano, metiéndola en mis bolsillos. 

— Tengo que irme, cuida bien a Megumi, ¿sí? — dije sin mirarlo — Y tú, pequeño hombrecito — dije agachándome — Cuídalo a él también, ¿okay? No dejes que se vaya de nuevo — dije susurrando en su oído lo último. Él asintió decidido antes de abrazarme fuertemente. 

Me despedí de ambos y salí de la habitación, mi corazón latía a las carreras, mis rodillas temblaban, arruinando la estabilidad de mi cuerpo. Maldije en voz baja, intentando contenerme, mantener la calma. Cubrí mi rostro con mis manos antes de entrar a la oficina de Yaga-sensei, intentando ocultar cualquier rastro de agitación. Mantuve una expresión seria, y entré, preparada para mi nueva misión.

déjame ir (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora