treinta.

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Desperté a la mañana siguiente, era temprano, estiré mi mano hasta alcanzar mi celular sólo para bufar al ver que apenas eran las 6:00 am, Gojo ya no estaba. Ví las cobijas perfectamente acomodadas sobre el futón en el que había dormido la noche anterior. Suspiré desanimada, cubriendo mi cabeza con la cobija, dispuesta a aprovechar las dos horas de sueño que me quedaban.

Pero me resultó imposible, ni media hora después, Megumi estaba brincando como desquiciado sobre la cama, haciéndome rebotar. Fingí estar muerta pero él no era tan tonto. Comenzó a sacudirme con una fuerza sorprendente para un niño de su edad. Me rendí, finalmente descubriendo mi rostro, le dediqué una seria mirada a Megumi, quien ni por un segundo se dignó a dejar de saltar, rápidamente moví mi pierna, haciéndolo caer sobre la cama. Reí maliciosamente. 

— Te lo ganaste, mocoso — dije riendo mientras él se quejaba. 

Ambos procedimos a estirarnos por un par de minutos. 

— Vamos, toca las puntas, flojo — dije mandona — Anda, anda. Unos segundos más...— dije tocando el suelo con las piernas abiertas, sintiendo cada músculo de mi espalda y piernas estirarse, sintiendo un placentero dolor. 

Al terminar, Megumi corrió a su habitación a cambiarse. Yo hice lo mismo, me puse el uniforme y arreglé un poco mi cabello antes de dirigirme a buscar al pequeño. Subí las ruidosas y pesadas escaleras de madera, para mi buena suerte, Gojo abrió la puerta de su habitación justo cuando subía, quedando justo de frente. 

— Buenos días, _________. — dijo él, cabizbajo, forzando una pequeña sonrisa.

— Buenos días — dije sin muchas ganas, pasando de largo hacia la habitación de Megumi. Toqué tres veces a su puerta, escuchando su aguda voz pidiéndome que le de unos minutos más. Suspiré y me recargué en el barandal, observando la escuela desde la altura del segundo piso. Gojo se acercó lentamente, con las manos en los bolsillos, inclinando la cabeza para verme a través de sus redondos lentes oscuros. Lo miré de reojo, intentando parecer desinteresada cuando en realidad mi cuerpo se llenó de escalofríos. Gojo se paró a mí lado, a tan sólo un metro de mí, recargándose de la misma forma. 

— Por favor, grítame — dijo él, después de un largo suspiro. Lo miré con una cara de pura confusión, arqueando una ceja — Sólo quiero que...que lo saques todo, que me escupas, me golpees más, dime que me odias. Lo que sea, menos ignorarme. Fingir que no existo, que te da igual que haya regresado. — dijo él, finalmente girándose por completo hacia mí, yo me mantuve quieta, con la mirada pegada a la puerta de Megumi, quien probablemente estaba escuchando esto. 

— No te voy a gritar, Gojo. — dije con una expresión neutra. 

— No me llames por mi apellido...— dijo relajando el cuerpo, dejando caer los brazos a sus costados. Por primera vez lo miré fijamente, girándome hacia él. Sus ojos eran opacados por sus ojeras, y vaya que sus ojos eran llamativos. No pude evitar sentir mi corazón estrujarse, arder ante aquella imagen. Pero ese dolor no era comparado con lo que sentí cuando se fue.

— ¡Listo! — exclamó Megumi, saliendo por la puerta — ¿Nos va a acompañar Gojo-sensei? — dijo él, observándolo

— No, Megumi — dije sin apartar la mirada de la de Gojo — Tiene otras cosas que hacer. 

Y sin decir más, pasé a su lado, seguida por el pequeño pelinegro quien a pesar de ser sólo un niño, parecía entender la situación a la perfección. Comenzamos su entrenamiento pero no podía concentrarme, mi mente era un desastre. 

(...) 

— ¿Por qué no sólo lo perdonas? — dijo Megumi, revolviendo su comida con sus palillos, haciendo un desastre. Me tensé ante su pregunta, tragando saliva. 

déjame ir (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora